jueves, 7 de junio de 2007

El laberinto.


Mucho antes de la existencia del pueblo heleno, cuando el gran Minos era rey de creta, y esta isla era el centro de un floreciente y poderoso imperio, Dédalo construyó, en una isla de referencia, un intrincado laberinto en el cual se perdía todo aquel que se aventuraba a entrar solo, sin ayuda especial o experimentada.
Yacía en las profundidades del laberinto el Minotauro. El laberinto se caracterizaba por una serie de corredores que se replegaban sin orden alguno en distintos sentidos, de manera que en sus vueltas y revueltas fuera absolutamente imposible orientarse. Teseo, héroe griego, enamorado de la bella Ariadna, hija de Minos, rey de Creta, decidió trasladarse a la isla, y desafiando el peligro, resolvió recorrer el laberinto y matar al odioso Minotauro; pero advertido por la princesa de la irremisible suerte que le esperaba si entraba sin alguna ayuda externa, aceptó de buen grado un ovillo de hilo cuya punta sostenía Ariadna en el exterior. Así Teseo pudo recorrer aquel enmarañado laberinto, dar muerte al famoso Minotauro y regresar airoso al exterior como héroe triunfante.

Este sofisticado siglo XXI es como el laberinto de esta leyenda griega. En este intrincado laberinto llamado mundo domina el Minotauro llamado diablo que destruye y confunde a todos los seres humanos sobre la faz de la tierra. Los corredores de confusión y maldad se replegan sin orden alguno en distintos sentidos, de manera que en sus vueltas y revueltas es imposible orientarse. Al igual que Teseo, el héroe griego, necesitamos un hilo que nos guíe al exterior donde brilla la luz de Cristo. Y ese hilo que tanto necesitamos es la palabra de Dios. En las páginas de las sagradas escrituras encontramos certidumbre y luz divina que disipa las tinieblas de confusión que aquejan al mundo. “Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”. (2 Corintios 1:12).
Hoy en día, donde abundan los Minotauros que desean matarnos y llevarnos al infierno, es menester que alimentemos nuestras mentes con la palabra de Dios. A pesar de los desordenes morales, psicológicos, sociales, y económicos que se advierten en todas las relaciones humanas, como consecuencia del pecado y la desobediencia a Dios, los cristianos e hijos de Dios, confiamos en nuestro Dios ya que él nos señala el camino a la salvación a través de Jesucristo en este laberinto social. Mientras vemos como la gente cae en la depresión y como son víctimas de enfermedades psicosomáticas, trastornos alimenticios, sustancias adictivas y todo tipo de males que destruyen la propia vida y la familia, los que leemos la palabra de Dios encontramos paz y armonía mental, lo cual permite que convivamos en paz con Dios y con nuestros semejantes. El Dr. Josh MacDowell, autor del ensayo Evidencia que exige un veredicto, escribió a este respecto: “La obediencia a los mandamientos de Dios no solo nos protege del mal; también permite que Dios provea la respuesta a nuestras necesidades, a veces de manera espectacular”. El Dr. Luís Palau en un artículo titulado Comprendiendo la autoridad de la Biblia, refiere: “La Biblia transparenta autenticidad. Ningún otro libro tiene el sello de aprobación divino. Recuerdo haber leído la explicación de un expositor bíblico, quien escribió lo siguiente acerca de la singularidad de la Biblia: "De todos los oráculos humanos, sin importar cuán confiables sean, vamos a la inspirada Palabra donde, en vez de declaraciones ambiguas e indignas de ser creídas, encontramos enseñanza distintiva y definida, enseñanza impregnada de autoridad e infalibilidad." En verdad podemos confiar en la Palabra de Dios. La fe en la completa autoridad de la Escritura es vital para el entendimiento de la vida cristiana auténtica y victoriosa. Es sólo a través de una fe tal que comenzamos a conformarnos a la imagen de Cristo”.
De la misma forma que Ariadna le sostuvo el hilo a Teseo desde el exterior del laberinto, Dios a través de su palabra nos sostiene el hilo que nos permite rastrear el camino de salida de este oscuro e intrincado laberinto llamado mundo. La palabra de Dios es nuestro hilo guiador. En sus páginas se hallan las soluciones a todos nuestros problemas. La palabra de Dios alberga las leyes divinas que rigen nuestras vidas. Finalmente quiero citar algunas frases que versan sobre la Biblia, nuestro hilo guiador: “El primero y casi el único libro que merece atención universal es la Biblia. Hablo como un hombre de mundo....y te aconsejo: Escudriña las Escrituras “, dijo John Quincy Adams. "La Biblia es un libro que hace aparecer a todos los demás, en mi opinión, como de menor importancia; en todas mis perplejidades y ansiedades nunca ha dejado de ofrecerme luz y fuerza", afirmó Robert Lee. "La Biblia no es un mero libro, sino una creación viviente, con un poder que vence a todo cuanto se le opone", Napoleón Bonaparte. "La Biblia es un libro tal, que si todo lo demás en nuestro lenguaje pereciera, sería suficiente con ella sola, para mostrar en toda su extensión la belleza y el poder de nuestra lengua", expresó Thomas Babington Macaulay.

Julio césar cháves
juliogenial@hotmail.com

No hay comentarios.: