jueves, 14 de junio de 2007

El cristiano paparazzi.


Ante todo hay que decir que el término se debe al personaje Signore Paparazzo del film La Dolce Vita, de Federico Fellini. Desde entonces a los fotógrafos de la prensa rosa se los denomina así. Ahora hablemos del cristiano paparazzi que tiene como objetivo descubrir los pecados de sus hermanos y divulgarlos maquiavélicamente. La función de este tipo de creyentes, con su comportamiento de fisgón, es re-bajar a sus hermanos e inferiorisarlos, desacreditarlos, menoscabarlos. Con sus ojos como gigantes teleobjetivos, lo que quieren es captar la verdadera personalidad del hermano en Cristo, la cual van a publicitar gratuitamente. Claro que no van a hablar de lo bueno de sus hermanos sino que van a poner énfasis en los defectos, las carencias, los límites del otro. Con alusiones mal intencionadas, sarcasmos, burlas maquilladas de una falsa espiritualidad, configurarán una negativa reputación de la víctima. El cristiano paparazzi se entromete en la vida de sus hermanos y sin escrúpulos, emite opiniones, juicios, prejuicios, sentencias y siembra la discordia, procurando, inconcientemente, o tal vez concientemente, llamar la atención empequeñeciendo a todos los que le rodean. El cristiano paparazzi sobrevive a sus propias miserias y desdichas escudriñando las desgracias de sus vecinos en la fe.
Estos prototipos de cristianos no se conforman nunca. Si han hundido a un hermano, entonces andan como leones rugientes buscando desesperadamente la próxima víctima que seguramente algún pecado a la vista u oculto debe tener. Voyeristas profesionales, generadores de escándalo, salen a la caza de cristianos que tal vez no son tan santos como ellos, entonces, por esto se convierten en víctimas de la farándula de la fe. Tengo que contar que he sido víctima de un cristiano paparazzi. El otro día invité a dos chicas de la iglesia a tomar algo, fuimos y al día siguiente, cuando se enteró el cristiano paparazzi, enseguida, esas mismas chicas que el día anterior había compartido un trago conmigo, ya no se me acercaban y es más, me miraban con desconfianza. Y los días siguieron pasando y me fueron llegando mensajitos dañinos que el cristianito paparazzi esparció sin piedad en la mente de todos mis hermanitos, que sin piedad, y que de alguna forma también tienen un poquito de cristianitos paparazzis, propagaron la noticia inquisidoramente. Este cristianito paparazzi, con su suma de fisgoneos impropios, me persigue como quien persigue a una estrella de cine. Y honestamente estoy cansado que este muchacho hable de mí a mis espaldas, ponga palabras en mi boca, y retrate hasta el hartazgo, sin pudores, mi vida personal. ¿Sabrá el cristianito paparazzi que tiene una viga en su propio ojo-teleobjetivo? ¿Entenderá el concepto de que el prejuicio es un perjuicio? ¿Se habrá enterado que la lengua es un fuego, un mundo de maldad? ¿Tendrá dominio propio? ¿Sentirá amor? Honestamente cada vez que voy a la iglesia tengo la certeza de que el cristianito paparazzi esta presente sin que yo sepa quien es realmente. Entonces, me muevo con cautela, considerando que este hombrecito anda buscando algún pecado inédito que publicar. Eso sí, el cristianito paparazzi no lo hará abiertamente, delante de su víctima, sino que desde la discreción de la distancia acortada por su ojo-teleobjetivo, buscará el talón de Aquiles de su víctima, lanzando sus saetas de legalismo corrosivo hacia el único punto débil que derribara, si no es por siempre, al menos por un considerable tiempo, a su exclusiva celebridad. José Narosky escribió: “Los enanos se regocijan de las debilidades de los gigantes”.

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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