domingo, 17 de junio de 2007

El arte de consolar .


“Para dar consuelo no hace falta decir mucho. Basta con escuchar, comprender y amar”, dijo el Dr. Paul Tournier. Vivimos en un mundo confundido, solitario. El sufrimiento y el aislamiento abaten hasta las almas más inteligentes. Debido al creciente individualismo y la búsqueda desenfrenada del éxito, a todo costo, las personas se zambullen en la soledad, el desamor, el tedio y el hastío. El Dr. Billy Graham dijo que “la soledad es la enfermedad de nuestra época”. He tenido la oportunidad de ir a eventos y recitales donde había miles de miles de personas, pero, aunque estaba rodeado de gente, en medio de esa masa de gente, me sentí solo. Es que la soledad es un estado interior. Únicamente quien se siente solo sabe de qué hablo. Asimismo, David Jeremiad definió la soledad de este modo: “Hay quienes la definen en términos físicos. Es un sentimiento de vacío en lo profundo del estómago, que casi llega al punto de convertirse en nauseas. Otros dicen que es una ansiedad oculta como un hoyo negro muy hondo. Algunos afirman que se trata de un largo período de tensión, el cual agota hasta el punto de dejarnos desanimados y vencidos”.
Ciertamente hay personas que se encuentran en esta condición y necesitan que le tiendan una mano, que le den apoyo, que les hagan saber que no están solos, que les hagan saber que son importantes y que sus vidas tienen significado. Pero, tal vez preguntes, ¿Dónde encontramos valor y significado en medio de la soledad? ¿Quién esta dispuesto a acompañarnos en nuestros momentos de dolor, sufrimiento y soledad? El apóstol Pablo escribió: “Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. (2 Corintios 1:3-4). Cuando vivíamos sin sentido ni significado Dios nos mostró su amor y su salvación a través de Cristo. Cristo ofreció su vida en la cruz del calvario con el objeto de redimirnos de nuestras enfermedades, pecados, sufrimientos y por supuesto la soledad que tanto abruma a la gente. Hemos sido consolados por Dios para que de este modo estemos capacitados para consolar a otros en el nombre de Cristo. De la misma forma que recibimos innumerables bendiciones de Dios por su gracia, por gracia debemos dar amor y comprensión al mundo que nos rodea. No hace falta ser un académico ni ser un orador grandilocuente para manifestar el amor de Dios, basta con simplemente sonreír y mostrar cariño. En una ocasión un amigo mío se encontraba un poco deprimido debido a que no estaba seguro de que su novia fuera la mujer con quien debía casarse. Entonces, estando en la iglesia, vino el padre y me dijo si podía ir a verlo porque desde el día anterior estaba acostado sin ganas de levantarse. Le dijo que después del culto iríamos a verlo. Apenas terminó el culto fuimos con otra persona y cuando vi a mi amigo postrado en la cama siendo consolado por una de sus cuñadas, lo único que me vino a la mente fue sonreír y decirle a mi amigo que le habíamos traído unas galletitas para comer juntos mientras tomábamos unos mates. Mi amigo tal vez pensó que yo iba a decirle algo pero no se me ocurrió nada sino que simplemente comencé a reírme. No se porque pero todos empezaron a sonreír y terminamos tomando unos mates todos juntos. Así de simple. Después de unos días todo mejoró y mi amigo actualmente se caso con su novia y es muy feliz. Algo parecido le sucedió a Beethoven. Por el hecho de ser sordo, el diálogo con los demás se le hacía difícil, y eso para él era humillante. En una ocasión se enteró de la muerte del hijo de un amigo, entonces lleno de pesar, fue con diligencia a la casa de su amigo. No tenía palabras de consuelo que decir, pero se cuenta que Beethoven entro a la casa de su amigo y como vio que en el salón de la casa había un piano, simplemente se sentó delante del instrumento y comenzó tocar por espacio de media hora, vertiendo sus más variadas emociones de la forma más adecuada que le fue posible. Cuando terminó de tocar, se despidió de su amigo y se marchó. Más adelante, después de un considerable tiempo, su amigo afirmó a sus allegados que ninguna persona lo había consolado tanto como Beethoven. Así de sencillo. No hace falta hacer mucho para consolar a alguien, basta simplemente con que mostremos amor y comprensión de la forma que podamos. Los demás valoraran nuestra actitud y serán consolados. En su libro Todavía remueve piedras, el escritor Max Lucado escribió: “Para el que es amado, una palabra de afecto es una migaja, pero para el que está hambriento de amor, una palabra de afecto puede ser un banquete”.

Julio césar cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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