
Su nombre fue dado a conocer al público en abril de 1908. El 31 de marzo de 1909 empezaron a colocarse los bloques para la quilla en el muelle número 401, designado para su amargura. Durante los siguientes dos años, llegaron componentes, planchas y piezas de todos los rincones del mundo para su ensamblaje en el barco más imponente del mundo. Su nombre: Titanic. El mayor transatlántico del mundo. Amarrado en el muelle, el nuevo barco de la White Star parecía realmente un barco de ensueño. Junto a él, los otros barcos de la White Star parecían a su lado como pequeñitos y simples cascarones de nuez. En seguridad se opinaba que el Titanic estaba súper avanzado; era infalible en seguridad para sus tripulantes y las crónicas periodísticas decían que era prácticamente insumergible. El Titanic estaba equipado con 16 compartimientos estancos, diseñados con el propósito de que el barco flotara sin problemas, incluso en el caso de que dos de sus compartimientos más grandes se llenaran de agua, circunstancia improbable.
El Titanic englobaba todo lo que el sentido común y la tecnología podían idear para hacerlo inmune a todo peligro. La tripulación que albergaba era de 3.547 pasajeros. Los planos originales del gran barco incluían 64 botes pero el número se redujo a la mitad y finalmente cuando el Titanic salió de los astilleros, sólo llevaba instalados 16, una cuarta parte del número previsto en principio. Es más, muchos consideraban que los botes eran simples anacronismos, que creían que ni aún Dios hundiría este barco. Thomas Andrews, director general de Harlan and Wolf, que supervisó el diseño y cada detalle de su construcción, señaló: “El Titanic es la máxima perfección que podía alcanzar el cerebro humano”. Su nombre lo decía todo: de grandes dimensiones, insumergible, sujeto de excepcional poder, gigante. Sin embargo, antes de llegar a su destino, en las frías aguas del Atlántico Norte, el 12 de abril de 1912 el Titanic chocó con un témpano de hielo, lo cual produjo daños irreparables y finalmente su hundimiento. En las frías aguas oceánicas, perdieron sus vidas, hombres, mujeres y niños, por causa del ostensible orgullo humano. El hundimiento del Titanic es símbolo de la autosuficiencia humana.
Ahora, hubo otro barco de pequeñas dimensiones que también se hundió debido a una incontrolable tempestad, pero, en contraste con el triste final de los tripulantes del Titanic, no murió ningún tripulante ya que en ese barco iba un hijo de Dios llamado el apóstol Pablo. Dios por medio de un ángel le dijo al apóstol que tenga bueno ánimo porque nadie moriría del barco, simplemente se perdería la embarcación. (Hechos 27:22). Algunos tripulantes en tablas, otros nadando, otros en restos de la nave, todos de alguna forma sobrevivieron al naufragio. Nadie pereció como Dios lo había prometido. Esta es la historia de dos barcos que se hundieron, pero con un final distinto. Uno se hundió debido a un témpano de hielo. El otro se hundió debido a una tempestad. Del Titanic perecieron más de la mitad de sus tripulantes y del segundo barco no pereció nadie porque Dios intervino. Cuando Dios interviene, si nosotros queremos y aceptamos su ayuda, nadie parece sino que el nos muestra su gloria. El orgullo nos aleja de Dios, pero la humildad de corazón nos acerca a Dios y atrae su favor. Max Lucado escribió: “La ayuda de Dios esta cercana y siempre disponible, pero sólo es dada aquellos que la buscan. Nada surge de la apatía”.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
El Titanic englobaba todo lo que el sentido común y la tecnología podían idear para hacerlo inmune a todo peligro. La tripulación que albergaba era de 3.547 pasajeros. Los planos originales del gran barco incluían 64 botes pero el número se redujo a la mitad y finalmente cuando el Titanic salió de los astilleros, sólo llevaba instalados 16, una cuarta parte del número previsto en principio. Es más, muchos consideraban que los botes eran simples anacronismos, que creían que ni aún Dios hundiría este barco. Thomas Andrews, director general de Harlan and Wolf, que supervisó el diseño y cada detalle de su construcción, señaló: “El Titanic es la máxima perfección que podía alcanzar el cerebro humano”. Su nombre lo decía todo: de grandes dimensiones, insumergible, sujeto de excepcional poder, gigante. Sin embargo, antes de llegar a su destino, en las frías aguas del Atlántico Norte, el 12 de abril de 1912 el Titanic chocó con un témpano de hielo, lo cual produjo daños irreparables y finalmente su hundimiento. En las frías aguas oceánicas, perdieron sus vidas, hombres, mujeres y niños, por causa del ostensible orgullo humano. El hundimiento del Titanic es símbolo de la autosuficiencia humana.
Ahora, hubo otro barco de pequeñas dimensiones que también se hundió debido a una incontrolable tempestad, pero, en contraste con el triste final de los tripulantes del Titanic, no murió ningún tripulante ya que en ese barco iba un hijo de Dios llamado el apóstol Pablo. Dios por medio de un ángel le dijo al apóstol que tenga bueno ánimo porque nadie moriría del barco, simplemente se perdería la embarcación. (Hechos 27:22). Algunos tripulantes en tablas, otros nadando, otros en restos de la nave, todos de alguna forma sobrevivieron al naufragio. Nadie pereció como Dios lo había prometido. Esta es la historia de dos barcos que se hundieron, pero con un final distinto. Uno se hundió debido a un témpano de hielo. El otro se hundió debido a una tempestad. Del Titanic perecieron más de la mitad de sus tripulantes y del segundo barco no pereció nadie porque Dios intervino. Cuando Dios interviene, si nosotros queremos y aceptamos su ayuda, nadie parece sino que el nos muestra su gloria. El orgullo nos aleja de Dios, pero la humildad de corazón nos acerca a Dios y atrae su favor. Max Lucado escribió: “La ayuda de Dios esta cercana y siempre disponible, pero sólo es dada aquellos que la buscan. Nada surge de la apatía”.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario