viernes, 12 de marzo de 2010

La pérdida de la Solidez

La gente de antes podía creer que vivía en el mejor de los mundos ya que las cosas estaban compuestas de solidez. Duraban. Hasta los matrimonios eran para siempre. Las bodas de oro eran algo habitual. Antes la gente podía tener la impresión de que: “Comprenderlo todo era posible y se podía confiar en la gente”. Antes el lector de periódicos, el lector medio, podía tener la impresión de explicárselo todo: los complicados procesos económicos y las peripecias de la política. En la antigüedad los jefes de estado, asistidos de ministros bondadosos y de prestigioso talento, velaban por los intereses del pueblo. Estos eran asistidos, además, por fieles excelentes generales, y policías con vocación sagrada. Antes la moneda nacional era sólida, valía; también los cambios económicos y sociales eran lentos porque no se producían, como ahora, a un ritmo vertiginoso e incomprensible cambios dramáticos.

En épocas pasadas, la solidez hacía acto de presencia por doquier. La presencia de la misma estaba hasta en los detalles más ínfimos de la vida cotidiana. Antes los fósforos, como las agujas eran de seguridad, sólidos. Antes los hombres poseían un aspecto de dignidad, sabiduría y solidez en sus convicciones y valores. Hace mucho tiempo la calidad de las sortijas, la ropa, las medias y las toallas, y todos los objetos que rodeaban a la gente daban la impresión de gran solidez. Los vasos de grueso cristal producían la sensación de durar y duraban. Antaño una prenda de vestir se heredaba de padre a hijo. Antaño los muros eran gruesos y sólidos, mientras que ahora son débiles y se llenan de humedad. Antaño el obrero era digno de su salario, mientras que en la actualidad el obrero cobra un mísero sueldo. La sociedad ha perdido la solidez. Los presidentes cambian como si fueran descartables. Los ministros de economía desfilan ante nosotros como si se dedicaran a vender trajes. El japonismo nos abruma. Hasta, incluso, el equilibrio social ha perdido solidez. Por esto, no duran ni las cosas, ni los presidentes, ni los comestibles, ni las casas, nada dura. Antaño la gente comía, mientras que ahora la gente vive mal alimentada. Antaño Argentina era un país con objetos y gente sólida, mientras que ahora los objetos son frágiles, truchos y descartables y la gente carece de identidad nacional. ¿A qué se debe esta pérdida de la solidez en las cosas y en la gente? El Dr. José Ingenieros, en su obra “Las fuerzas morales” expresó lo que sigue respecto a la pérdida de la solidez en el equilibrio social: “Hay, sin duda, naciones pobres y épocas de pobreza que nadie puede prevenir ni evitar. La miseria de una sola clase, en cambio, nace del desequilibrio social interno en la economía de las naciones: en una desproporción entre las funciones ejercitadas y las recompensas recibidas. El hambre de algunos es injusta cuando otros ostentan opulencia; pero lo es más, si como es frecuente, ella recae en los que trabajan para mantener en la ociosidad a los que no la sufren. La miseria, más grave para la mente que para el cuerpo, disuelve en los hombres los sentimientos sociales y entibia los vínculos de la solidaridad. La fe en la justicia de los demás es necesaria para no vivir como entre amigos; el egoísmo, la avidez, la avaricia, la usurpación, el robo, nacen de la falta de confianza y provocan la violencia, que es un efecto de la injusticia, aunque a su vez sea injusta”.La pérdida de la solidez se puede ver a simple vista. La gente y los objetos dan testimonio de este hecho. La solidez fue reemplazada por inestabilidad y pasajeridad. Comparado con el mundo de antaño, hoy día, vivimos en un mundo inestable donde nada dura, ni los objetos, ni las personas.


julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar

1 comentario:

Anónimo dijo...

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