
En el edificio Russell en el capitolio de Washington DC, altos funcionarios del gobierno, numerosos miembros del congreso y el gabinete y respetables invitados yacían sentados en el imponente salón con sus columnas adornadas, techos altos y enormes lámparas. El salón parecía hincharse con tanta gente influyente que se había reunido con el propósito de honrar a una humilde mujer de Dios. Esta mujer de Dios entró al salón donde estaban reunidos estos famosos invitados. Ella parecía diminuta y fuera de lugar con su hábito azul y blanco, su viejo suéter gris y las sandalias con las cuales había caminado cientos de kilómetros en Calcuta.
Sin embargo, algo sin precedentes ocurrió ya que en el mismo instante en que ella ingresó al colmado salón, inmediatamente, los más altos líderes de la nación más poderosa del mundo, junto con los demás concurrentes, se pusieron de pie y aplaudieron, muchos con lágrimas en los ojos. La madre Teresa nunca tuvo bienes materiales, es más, jamás deseo poseerlos ni protesto por sus derechos personales. Simplemente puso en práctica el amor de Dios, dándole cariño a los más necesitados. Por su ejemplo de solidaridad y amor al prójimo fue reconocida públicamente. Su labor humanitaria habla más alto que cualquier sermón. Su bondad grita más fuerte que cualquier mensaje de paz. Teresa de Calcuta es un brillante ejemplo de lo que es tener compromiso con Dios y los demás.
El amor la hizo trascender públicamente. En una ocasión le dijeron que lo que ella hacía con gran sacrificio y dedicación no era más que una gota en el océano, a lo que ella respondió que lo sabía pero que si no realiza su misión de amor, al océano le faltaría esa gota de agua. Teresa de Calcuta es un brillante ejemplo a imitar. Así como ella dio amor, nosotros tendríamos que hacer lo mismo. Las palabras sobran. Lo que falta es compromiso con los demás. Lo que falta es escuchar al otro, notar sus necesidades.
En su ensayo Vivir, amar y aprender, el Dr. Leo Buscaglia, dice: “Creo que la persona que ama debe recuperar la espontaneidad, tocar a los demás púdicamente, abrazarlos, sonreírles, pensar y preocuparse por ellos”. No hemos sido creados para dar odio sino amor. No hemos sido creados para ser indiferentes hacia las necedades de los demás sino para ayudar. No hemos sido creados para la mezquindad sino para dar. En primero de corintios 13:1,2 leemos: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, de nada me sirve, nada soy”.
No deis sólo lo superfluo, dad vuestro corazón. Madre Teresa.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
Sin embargo, algo sin precedentes ocurrió ya que en el mismo instante en que ella ingresó al colmado salón, inmediatamente, los más altos líderes de la nación más poderosa del mundo, junto con los demás concurrentes, se pusieron de pie y aplaudieron, muchos con lágrimas en los ojos. La madre Teresa nunca tuvo bienes materiales, es más, jamás deseo poseerlos ni protesto por sus derechos personales. Simplemente puso en práctica el amor de Dios, dándole cariño a los más necesitados. Por su ejemplo de solidaridad y amor al prójimo fue reconocida públicamente. Su labor humanitaria habla más alto que cualquier sermón. Su bondad grita más fuerte que cualquier mensaje de paz. Teresa de Calcuta es un brillante ejemplo de lo que es tener compromiso con Dios y los demás.
El amor la hizo trascender públicamente. En una ocasión le dijeron que lo que ella hacía con gran sacrificio y dedicación no era más que una gota en el océano, a lo que ella respondió que lo sabía pero que si no realiza su misión de amor, al océano le faltaría esa gota de agua. Teresa de Calcuta es un brillante ejemplo a imitar. Así como ella dio amor, nosotros tendríamos que hacer lo mismo. Las palabras sobran. Lo que falta es compromiso con los demás. Lo que falta es escuchar al otro, notar sus necesidades.
En su ensayo Vivir, amar y aprender, el Dr. Leo Buscaglia, dice: “Creo que la persona que ama debe recuperar la espontaneidad, tocar a los demás púdicamente, abrazarlos, sonreírles, pensar y preocuparse por ellos”. No hemos sido creados para dar odio sino amor. No hemos sido creados para ser indiferentes hacia las necedades de los demás sino para ayudar. No hemos sido creados para la mezquindad sino para dar. En primero de corintios 13:1,2 leemos: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, de nada me sirve, nada soy”.
No deis sólo lo superfluo, dad vuestro corazón. Madre Teresa.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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