sábado, 21 de abril de 2007

Dios y los hombres de corazón limpio.



Los líderes religiosos contemporáneos de Jesús, vivían pendientes de la limpieza. Los judíos tenían tradiciones y leyes que versaban sobre lo que debían y no debían comer, ya que nada impuro debía entrar en sus bocas. Cierta vez unos líderes religiosos le preguntaron a Jesús porque sus discípulos no se lavaban las manos antes de comer. Entonces, Jesús les dijo que lo que sale de la boca de los hombres es mucho más importante que lo que entra. Les dijo, además, que las palabras que pronuncian los hombres provienen del corazón: “Lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. (Mateo 15:18-19). La palabra corazón proviene del latín y quiere decir órgano central del cuerpo que hace circular la sangre. También figuradamente significa ánimo, valor, centro de una cosa. En su libro Aplauso del cielo, Max Lucado, dice a este respecto: “Cuando Jesús dijo: Dichosos los de corazón limpio, se refería a un contexto diferente. Para los que oían a Jesús, el corazón era la totalidad de la persona interior: la torre de control, la cabina de comando. El corazón era considerado el centro del carácter: el origen de los deseos, los afectos, las percepciones, los pensamientos, la conciencia, las intenciones, el propósito, la voluntad y la fe. Para la mente hebrea, el corazón es como un cruce importante de autopistas donde convergen todas las emociones, los prejuicios y la sabiduría. Es una oficina de cambios que recibe vagones cargados de estados de ánimo, ideas, emociones y convicciones y los ubica en el carril correspondiente. Y del mismo modo que un aceite de baja calidad o una gasolina impura lo llevaría a cuestionar el desempeño de una refinería, las malas acciones y pensamientos impuros nos hacen cuestionar el estado de nuestros corazones”. (Pág. 130). El corazón del hombre es engañoso. Así pues, las personas que aceptan a Cristo como su salvador personal, le entregan su corazón al señor y son transformados. El corazón que agrada a Dios es aquel que ha nacido de nuevo. El Espíritu Santo es el que regenera el corazón llenándolo de la vida de Jesús, y a su vez nos redarguye de pecado, subyugando todo nuestro ser al Señor. Desde que nacemos de nuevo nos hacemos acreedores de un nuevo corazón, que es Cristo viviendo en nosotros. A través del tiempo, vamos advirtiendo las contradicciones del antiguo corazón con el nuevo. Advertimos que naturaleza humana que está en nuestra alma quiere comportarse independientemente de Dios. Y a esto se le llama: la lucha entre la carne y el Espíritu. Viejos pecados que estaban enterrados en nuestro pasado, vuelven a la carga para atacarnos. El carácter heredado de nuestros padres Adán y Eva vuelve a manifestarse. Entonces, hacemos lo que queremos y Dios no puede glorificarse. Pasa esto porque: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas” (Jeremías 17:9) Salomón dice a su hijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón” (Prov.4:23). Y Jesús dice a los creyentes: “Yo soy el que escudriña la mente y el corazón” (AP.2:23). El hombre de corazón limpio es aquel que se rinde a Dios y le entrega todas las áreas de su vida. “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Lucas 6:45). El salmista David oraba: “Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio”. (Salmo 51:10). Los filósofos griegos decían que debemos conocernos a nosotros mismos a través de la introspección. Pero nuestro corazón es engañoso y muy difícil comprender y entender completamente sus maquinaciones. Por esto, lo mejor que podemos pedirle a Dios es que ponga un corazón limpio dentro de nosotros. Tanto en el antiguo como en el nuevo testamento Dios nos muestra por intermedio del mensaje de sus profetas la necesidad de tener un nuevo corazón y de arrepentirnos de nuestros pecados. Ezequiel 11:19 dice: “Y les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne”. Llevar una vida conforme al corazón significa ponerlo a él en primer lugar. Lo demás viene por añadidura.

Julio césar cháves
escritor@yahoo.com.ar http://www.juliochaves.blogspot.com

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