miércoles, 18 de abril de 2007

Contaminación mediatizada.

“Muy pronto la televisión, para ejercer su influencia soberana, recorrerá en todos los sentidos toda la maquinaria y todo el bullicio de las relaciones humanas”, dijo el famoso filósofo Martín Heidegger. No hace falta decir que hoy más que nunca estamos expuestos a la manipulación. Los medios de comunicación son utilizados con el fin de hacer que las masas hagan lo que se les ordena. A través de los mensajes publicitarios, ciertos programas periodísticos, películas, documentales, noticieros, etc, se induce a que la gente piense de una única manera, o mejor dicho, que no piense en absoluto sino que haga lo que los productores del contenido de los medios deseen. “Ahí radica el verdadero poder de los medios masivos: son capaces de redefinir la normalidad”, dijo un critico de cine alguna vez. Muchas personas, sin saberlo, modifican aspectos de su comportamiento debido a los mensajes que reciben. Podemos decir que las masas, los televidentes, están mediatizados. La opinión pública es formateada por los medios de comunicación y sobre todo por la televisión. Los televidentes creen ver la realidad en la pantalla pero es una realidad modificada a gusto por los productos y editores. En realidad es ficción, pura fantasía. En efecto, cuando los programas de televisión están bien realizados, esta fuerza de la visión, es utilizada como una forma absoluta de manipulación. Pasiones sin verdad, verdad sin pasiones, héroes sin acciones heroicas, historias sin acontecimientos, una evolución cuyo único impulso es el calendario y que causa por la repetición tensión y distensión, una saturación de información, ilusiones, espejismos, frivolidad, nefasta programación mental. Las masas son idiotizadas, quiero decir, mediatizadas. Vale decir que la manipulación mediática es sutil, real, tortuosa. “Los medios de comunicación han acostumbrado a ciertos sectores sociales a escuchar lo que «halaga los oídos»”, dijo Juan Pablo II. Marshall Macluhan comprendió bien el tema de la manipulación y ha hecho muchos comentarios al respecto que quizá en su tiempo fueron rebuscados, pero hoy en día sin una tangible realidad que palpamos. Macluhan divide toda comunicación en dos clases: fría y caliente. La comunicación caliente es toda la filtrada a través de la razón y la fría es aquella que trae una reacción de primer orden sin filtrarla a través de la razón sino que la filtra a través del inconciente. Por ejemplo, dice Macluhan, si un ladrón va a una casa a robar le ofrece carne al perro guardián para entretenerlo. Esto mismo es lo que hacemos al usar cosas que apelan a la razón en la televisión, se distrae la mente para conseguir el resultado que deseamos en una experiencia de primer orden. En realidad, lo que dice Macluhan, es que vivimos y convivimos en una sociedad totalitaria, se dice que hay democracia pero la realidad es que vivimos vigilados y que no existe la democracia verdaderamente. Estamos vigilados por el gran hermano Orweliano. Convivimos en un ambiente de contaminación mediática y estamos expuestos por un pobre y frívolo lenguaje televisado que nos vuelve irracionales, estúpidos, idiotas, maleables, que explota nuestra vulnerabilidad y nos hace perder la conciencia de nosotros mismos. “La televisión es la violación de las multitudes”. El lenguaje de la televisión gravita en torno al relativismo, el hedonismo, la permisividad y el materialismo y todo esto converge en un propagandismo de ignorancia y retrogrades mediatizada. En su ensayo La era del engaño, el Dr. Jhon Hagee dice: “El televisor se ha convertido en el gran niñero, maestro y lavador de cerebros. Las consecuencias son una generación cargada de violencia, lujuria, vanagloria, brujería y miedo”.Julio César Cháves. Escritor78@yahoo.com.ar

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