martes, 10 de abril de 2007

Comunicándonos con claridad.


Necesito comunicarme. Para eso utilizo las palabras, mi lengua. Las palabras nos unen, son puentes que permiten que nuestros corazones estén juntos. Las palabras flotan en el aire. Es obvio que hay palabras positivas y palabras negativas. Hay individuos que hablan despectivamente de los demás para engrandecerse. Estos son los que usan, sin escrúpulos, la sin hueso, para herir, descalificar, humillar, someter, desacreditar, aislar, inducir a error a las personas que están debajo de ellos. Pierre Desproges dijo: “Una palabra a tiempo puede matar o humillar sin que uno se manche las manos”. Entre nosotros, ¿sos un individuo perverso con estas características? Espero que no, porque estas abusando del poder de las palabras. Las palabras son para expresar amor, empatía, cariño. Cuando las utilizamos de modo perverso nos infligimos dolor a nosotros mismos, y por ende a las personas que están próximas a nosotros. Ahora bien, ¿qué es hablar de verdad? El Dr. José Eduardo Abadi, médico psiquiatra y psicoanalista, afirmó: “Hablar de verdad. La palabra transformadora es aquella que nos desviste de nuestras apariencias, de lo que creemos ser y no somos, para lanzarnos a la fascinante aventura de llegar a ser. Es futuro, proyecto. Es el camino”. Ser un opinólogo o un experto en todología es fácil, en tanto que hablar con el corazón y con honestidad es tarea de los sinceros. Estoy hablando de hablar sencillamente y con amor, constructivamente. Antaño, más precisamente en el Antiguo Testamento, los padres bendecían a sus hijos con palabras y en voz alta, y la bendición se encarnaba en los jóvenes. Seamos sensatos con nuestros labios. Recordemos que las palabras son poderosas.
Albert Einstein era un hombre que no necesitaba agrandarse por lo que sabia, ni tenía la compulsiva necesidad de impresionar a los demás. Einstein conocía de ciencia y los temas que le llamaban la atención, pero jamás ostentaba por el conocimiento que poseía. Albert Einstein en cierta ocasión se encontraba en Princeton, porque había asistido a disertaciones de científicos, quienes, en general, eran muy técnicos y complejos en sus expresiones y palabras. Debido a estos complejos conceptos científicos que comunicaban sus colegas, Einstein se levantaba de su silla y preguntaba si podía hacer una pregunta. Iba al pizarrón y empezaba a explicar en términos y en palabras sencillas, lo que sus colegas habían dicho complicadamente. No estaba muy seguro de haber comprendido correctamente, decía Einstein con suma amabilidad y luego con mucho amor, se aseguraba de dejar bien claro lo que el otro disertante no había podido transmitir claramente. Cuando uno quiere comunicarse con alguien, pobre o rico, letrado o ignorante, debe hacerlo con amor, humildad, con buenas intensiones, con cariño. Pericles reflexionó: “El que sabe pensar pero no sabe expresar lo que piensa, está en el mismo nivel del que no sabe pensar”. Cuando decimos algo debemos ser claros y sencillos.

Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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