martes, 13 de marzo de 2007

Una mente prudente.


Una mente prudente sabe elegir lo bueno, lo justo, lo útil. Ser prudente es separar lo superficial de lo profundo. Es hacer lo constructivo en uno y en los demás. La prudencia es una cualidad indispensable que nos permite vivir de un modo inteligente en medio de un mar de alternativas de toda índole. Prescindir de la prudencia es igual a dejar de lado la sabiduría, la piedad, y el amor. La prudencia opta por el bien de todos. La prudencia ofrece muy buenos consejos, pero son muy pocas las personas que los aceptan dócilmente. San Agustín, autor de las memorables “Confesiones”, expresó: “La prudencia es el amor que distingue con sagacidad lo que le es útil de lo que es perjudicial”.
Ser prudente es buscar a lo largo plazo y dejar de lado lo a corto plazo. Cuando una persona es prudente sabe callar cuando hay que hacerlo. Proverbios 15:1 dice: “La blanda repuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor”. Los labios del prudente comunican lo bueno, lo justo, lo benigno, el amor. Ser imprudente es muy peligroso. La imprudencia ha conducido a muchas personas a la muerte, a la locura, a la violencia, al odio, al desamor, al espanto. Las personas imprudentes desafían a la velocidad, a las drogas, a la altura. Muchos imprudentes mueren. Los imprudentes son lo que generan incendios, divorcios, envidias, antagonismos, accidentes de tránsito, tragedias. En efecto, los imprudentes son quienes juegan con fuego y se queman por falta de sentido común, de mesura, de circunspección. Un dicho popular dice: “La prudencia es la madre de la seguridad”.
Yo cuando tenía 16 años era muy imprudente. Poseía un moto YAMAHA 125 c/c. Corría en mi moto como si fuera un piloto profesional. Cabalgaba en mi moto como un gaucho cabalga su caballo salvaje. Entonces, gracias a mi imprudente osadía, un día choqué contra un Renault 12. Me di un golpe tremendo. Pero gracias a Dios la saqué barata. Desde ese día en adelante, cuando cabalgo mi moto ando con prudencia, pues sé lo que es darse un golpe. La prudencia es lo que me indujo a optar por andar con cuidado. Kant decía que “la prudencia es un amor propio lúcido y hábil”. Ser prudente es optar por lo constructivo, lo justo, lo reciproco, el amor. La prudencia es una cualidad necesaria. Es la virtud que nos predispone hacia el bien propio y el de los demás.
La prudencia prevé, provee, detecta los peligros y los evita. Aristóteles decía: “La prudencia es la recta regla de la acción. No se confunde ni con la timidez o el miedo, ni con la duplicidad o el disimulo”. La prudencia es lo que predispone nuestro espíritu a actuar en el momento oportuno. La prudencia nos permite calcular las consecuencias de nuestras acciones. Ser prudente es pensar en lo pros y en los contra. Es practicar lo conveniente en la conducta humana. La prudencia espera el momento justo para actuar. José Ingenieros reflexionó: “A los hombres que son realmente fuertes les pasa lo que a los barriletes: se elevan precisamente cuando es mayor el viento que se opone a su ascenso”. La prudencia sabe cuando hacer que nos elevemos. Por eso es la virtud de las mentes prudentes.
Julio C. Cháves.

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