
Estamos en vías de crisis y tensiones; dificultades de perdón y aceptación. La paz evidencia su ausencia. Eso se nota en las relaciones interpersonales. Las tensiones del corazón se acrecientan. Cunde el pánico en los rostros flácidos. Parece, a simple vista, que todos desconfían de todos. Esto pasa porque Jesús está presente teóricamente, pero en la práctica lo han echado. Esto pasa porque Jesús ha dejado de ser la prioridad para los cristianos. Dictrich Bonhoeffer escribió: “Sólo mediante Jesucristo es posible que uno sea hermano del otro. Yo soy hermano para el otro gracias a lo que Jesucristo hizo por mí y en mí. El otro se ha convertido en mí hermano gracias a lo que Jesucristo hizo por él y en él. El hecho es que sólo por Jesucristo somos hermanos, es de una trascendencia inconmensurable. Porque significa que el hermano con quien me enfrento en la comunidad no es aquel otro ser grave, piadoso, que anhela hermandad. El hermano es aquel otro redimido por Cristo, absoluto de sus pecados, llamado a la fe y a la vida eterna. Nuestra comunión consiste exclusivamente en lo que Cristo ha obrado en ambos. Estoy y estaré en comunidad con el otro, únicamente por Jesucristo”.
Jesús es quien quiere mantenernos unidos y nosotros debemos colaborar con él. Jesús es nuestra raíz subterránea de fortaleza. El puede darnos fuerza para que podamos vivir con empatìa, con amor fraterno, sincero. Desde las profundidades del hombre surgen los frutos destructivos de la carne que son: “Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales es molesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. (Gàlatas 5:19-21). Jesús, si le damos oportunidad de que él lo haga, puede zambullirse en las profundidades de nuestra alma y puede calmar nuestras tempestades interiores que nos dañan y que dañan también a quienes nos rodean. El puede controlar nuestras energías negativas. De nuestra relación con Jesús depende nuestra libertad interior. De eso depende vivir sin máscaras aparenciales de felicidades artificiales.
Cierta vez leí esta frase: “Sin Dios, la fraternidad es utopía”. Sin Dios no hay nada positivo, sin Dios no hay armonía entre las personas. Basta mirar la realidad para darnos cuenta de que sin Dios no podemos hacer nada fructífero. Con Dios hay solidaridad, pues él tiene respuestas para todas las preguntas que podamos hacerle. Sin Dios estamos sueltos, pero en cautividad, presos de la oscuridad. Hay personas sin Dios que se alegran cuando alguien fracasa. Ciertas personas no disimulan la alegría por las derrotas ajenas. Muchos piensan maquiavélicamente respecto a los demás.
Es obvio que necesitamos estar adheridos a la vid verdadera, Jesús de nasaret. Jesús es quien puede darnos una vida con sentido eterno. Debemos vivir de modo atento. Vivir con sabiduría. Con entusiasmo. Y sobre todo, teniendo a Jesús como prioridad en nuestra vida. Eso es lo que necesitamos para vivir de un modo satisfactorio.
Julio C. Cháves.
Jesús es quien quiere mantenernos unidos y nosotros debemos colaborar con él. Jesús es nuestra raíz subterránea de fortaleza. El puede darnos fuerza para que podamos vivir con empatìa, con amor fraterno, sincero. Desde las profundidades del hombre surgen los frutos destructivos de la carne que son: “Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales es molesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. (Gàlatas 5:19-21). Jesús, si le damos oportunidad de que él lo haga, puede zambullirse en las profundidades de nuestra alma y puede calmar nuestras tempestades interiores que nos dañan y que dañan también a quienes nos rodean. El puede controlar nuestras energías negativas. De nuestra relación con Jesús depende nuestra libertad interior. De eso depende vivir sin máscaras aparenciales de felicidades artificiales.
Cierta vez leí esta frase: “Sin Dios, la fraternidad es utopía”. Sin Dios no hay nada positivo, sin Dios no hay armonía entre las personas. Basta mirar la realidad para darnos cuenta de que sin Dios no podemos hacer nada fructífero. Con Dios hay solidaridad, pues él tiene respuestas para todas las preguntas que podamos hacerle. Sin Dios estamos sueltos, pero en cautividad, presos de la oscuridad. Hay personas sin Dios que se alegran cuando alguien fracasa. Ciertas personas no disimulan la alegría por las derrotas ajenas. Muchos piensan maquiavélicamente respecto a los demás.
Es obvio que necesitamos estar adheridos a la vid verdadera, Jesús de nasaret. Jesús es quien puede darnos una vida con sentido eterno. Debemos vivir de modo atento. Vivir con sabiduría. Con entusiasmo. Y sobre todo, teniendo a Jesús como prioridad en nuestra vida. Eso es lo que necesitamos para vivir de un modo satisfactorio.
Julio C. Cháves.
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