“Dan muy poca cosa cuando dan de lo que poseen.
Cuando dan algo de ustedes es cuando realmente dan”. Khalil Gibran (El profeta).
En cierta oportunidad un periodista le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba al concurso al mejor producto, año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos.
- “¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso todos los años?”, preguntó el periodista.
- “Vera usted, señor “, dijo el agricultor. “EL viento lleva el polen del maíz maduro, de un sembrado a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz debo ayudar a que mi vecino también lo haga”.
- El agricultor sabía que su éxito estaba en su forma de dar. Si él no compartía su maíz con su vecino jamás tendría éxito. Al fin y al cabo, el que tiene la capacidad de ayudar a los demás es quien de hecho tiene verdadero éxito. Si damos logramos ser mejores. Si damos cosas damos muy poca cosa. Pero si lo que damos lo ofrecemos con amor damos muchísimo. Si deseamos ser auténticamente felices debemos ayudar a que los demás también encuentren la felicidad. Uno es valioso por los valores morales que transmite. Es fácil dar cosas, lo difícil es dar amor, bondad, paz, humildad, compasión, mansedumbre. Damos realmente cuando demos valores, cuando damos de nosotros mismos.
- El corazón necesita del dar, es su luz, su guía moral. El corazón necesita del placer de dar, necesita de la alegría de ver que el otro está bien. Cuando damos somos capaces de trascender todo egoísmo, toda mezquindad. Quien sea egoísta y mezquino naufragará, hundiéndose en la soledad, el fracaso y la amargura del “Sólo importo yo”. Podemos, desde ahora, advertir que si de veras queremos ser felices, debemos dar, siempre de corazón. Quien trabaja en sí mismo buscando la propia perfección, realizando su vocación humana, debe dar ya que ello constituye el lograr ser mejor de lo que se es. Dar es una virtud y lo que esta virtud exige de nosotros, antes que nada, es un amor veraz, real, profundo, activo, generoso, llegando hasta dar el don de nosotros mismos, hasta el sacrificio. Es el dar con amor virtud tangible y real, al mismo tiempo que agradable deber. La vocación obligatoria de toda alma es el fenómeno de dar. El amor se nutre del dar. Khalil Gibran, en “EL Profeta” a través de su personaje Almustafá, dice: “Es bueno dar cuando nos piden, pero es mejor dar sin que haya pedido alguno, sólo porque comprendemos. Y, para el hombre de mano abierta, la búsqueda de aquel que recibirá es mayor goce que el dar mismo. ¿Y acaso hay algo que puedan guardar? Todo lo que tiene será dado algún día. Den ahora que el tiempo de dar es de ustedes y no de sus herederos”.
Julio C. Cháves.
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