jueves, 8 de marzo de 2007

Hijos que desprecian a sus padres.


Desgraciadamente muchos adolescentes y jóvenes desacatan la autoridad de sus padres. En vez de conversar con ellos y contarles sus problemas, les gritan y les hacen gestos descalificantes. Es cierto que hay padres que maltratan a sus hijos, pero también es verdad que hay hijos que desprecian y odian a sus progenitores sin razón alguna.

Hoy día los jóvenes se pasan horas mirando televisión, navegando por Internet y jugando a los videojuegos, y no conversar con sus padres, lo cual conlleva consecuencias nefastas. Actualmente los chicos son criados con demasiada tolerancia y permisividad, lo cual hace que se críen sin límites y sean liberales y sin códigos éticos. Esto hace que hagan lo que quieran y que consideren a sus progenitores como a vecinos. Los hijos los tratan como a amigos. Y tratar a los padres como a amigos es rebajarlos y despreciarlos, quitándoles la autoridad. Entonces cuando vienen las crisis que inevitablemente tiene que enfrentar los hijos descargan toda su furia sobre los padres. Con bruscos portazos, con gritos, con un lenguaje agresivo, lastimoso, agresivo e hiriente, con impaciencia y falta de respeto, hijos, de toda edad digo, maltratan psicológicamente a sus padres.
Debido a crisis sentimentales, angustias, conflictos, frustraciones y falta de indepencia, muchos adolescentes y hasta jóvenes ya entrados en años, descargan sus tensiones en sus progenitores. Los padres aguantan y aguantan pero a la corta o a la larga somatizan la tensión nerviosa acumulada por las broncas y disgustos acumulados. Padres con problemas del corazón e hijos rebeldes son una combinación explosiva que muchas veces provoca una desgracia. Lo cierto es que los hijos jamás deberían desprecian a sus padres pero lo hace de maneras creativamente anárquicas. Vale decir que los padres muchas veces son víctimas de querer mucho a sus hijos y no imponerle límites y marcarle pautas morales que deben ser avaladas y respetadas. Los hijos obviamente se aprovechan ingenuamente de sus padres y no se dan cuenta que a la larga ellos también se verán perjudicados. Uno de los asesinos en Springfield, Oregon, fue un muchacho de 15 años llamado Kip Kinkel. Él asesinó a sus padres y después les disparó a 27 de sus compañeros de clase en la escuela secundaria. Dos de ellos murieron.Lo siguiente es parte de la entrevista que los agentes investigadores le hicieron a Kinkel el adolescente asesino, unas pocas horas después de que había matado a su padre y luego a su madre.
“A.I.: Tú te le acercaste a tu padre caminando por detrás de él y le diste un balazo en la cabeza, ¿es cierto Kinkel?
K.K.: Sí
A.I.: ¿Cuántas veces disparaste?
K.K.: una
A.I.: ¿Y dónde le dio la bala? ¿Más o menos cerca de la oreja?
K.K.: Oh, Dios mío, yo amaba a mi papá, pero esto tuve que hacerlo.

A.I.: ¿Lo amabas? ¿Así que por eso tuviste que matarlo?
K.K.: Sí, oh Dios mío, mis padres eran buenas personas, no sabía que hacer, ¿por qué oh Dios mío, mi madre no estaba al llegar a la casa? ¡Oh Dios mío!
A.I.: ¿sabías que era malo lo que hiciste?
K.K.: No tenía otra alternativa, eso era lo único que podía yo hacer”.

Este comportamiento anormal, lo llevó a quitarles la vida a sus propios padres, a 2 compañeros de escuela y a herir a 25 compañeros de su escuela en la secundaria de Springfield. La violencia en las escuelas se ha incrementado en una forma dramática en los Estados Unidos y en muchos otros países. ¿Quién puede afirmar qué fue lo que motivó a Kip Kinkel a pegarle un tiro a su padre a pesar del amor que declaró tenerle? Sin embargo, sabemos que hay un denominador común entre él y muchos de los otros jóvenes que han asesinado macabramente a sus padres o a compañeros en las escuelas: una ira interna inexplicable. Quizá la ira de este joven se debe a la falta de límites morales. Quería a sus padres pero eso no le bastó para no matar a sus padres. La falta de límites y de autoridad paterna en el hogar implica consecuencias nefastas para todos los miembros del ente familiar. Si los adolescentes y jóvenes de hoy esta en crisis es porque la familia entera esta en crisis. El Dr. Jaime Barylko en su ensayo Los hijos y los límites, dice finalmente para hacernos reflexionar: “Protagonista del siglo XX, camina su majestad el niño. Hay que criarlo en libertad, se dijo. Hay que respetarlo. Pero, a decir verdad, ese niño no creció más feliz ni alcanzó las alturas de libertad que para él soñamos. Creció en el vacío, sin límites, sin fronteras, sin apoyo. En consecuencia, no creció. Hemos perdido los límites. Nuestros hijos, porque no los conocieron. Nosotros, porque nos desprendimos de ellos. Los límites son las coordenadas de los valores, de las creencias, de los modales, de las reglas de la existencia y de la coexistencia: de la identidad, en suma. Vivir es vivir entre límites, entre horizontes. Dentro de ese espacio germina y se desarrolla la libertad. Ser padre es una elección de formación, de educación, de crear lazos durante la convivencia. Poner límites es ejercer nuestra responsabilidad, nuestro compromiso”


Julio César Cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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