jueves, 8 de marzo de 2007

Las argentinas y las telenovelas.


Las mujeres argentinas son adictas a las telenovelas. Cuando llega la hora de ver la novela, donde esta el galán que las vuelve locas, dejan todo de lado y se sientan horas y horas frente a la pantalla del televisor. Lloran, ríen y gozan de la intimidad de los protagonistas de la agridulce historia televisada. Y no se dan cuenta que son víctimas de las manipulaciones de los guionistas que escriben esas predeterminadas historias conforme a las pretensiones de los productos y dueños de los canales de televisión.

Las telenovelas son un género de ficción claramente manipulado-manipulante, donde las historias como dije en las líneas arriba, giran en torno a argumentos adaptados conforme a los intereses económicos de los productos, los cuales ensartan toda una diatriba espeluznante predeterminada e incoherente. Indudablemente los recursos dramatùrgicos y estéticos de los guionistas se basan en artimañas premeditadas para controlar a los televidentes, que se encuentran cautivados por los acontecimientos tristes, alegres, heroicos, desastrosos, dichosos y lacrimosos de los protagonistas. Todos los elementos que tomar de la realidad y la ficción los guionistas los utilizan para elaborar un producto televisivo tragicómico y maniqueísta que produce adicción como las drogas. Otra de las consecuencias de la adicción a las telenovelas es la de trasladar a la vida real la conducta de los protagonistas, adoptando actitudes y comportamientos, morales e impúdicos, que se asemejan perfectamente a los protagonistas de tales ficciones desagradablemente destructivas.
Según leí en un informe en un diario, “considerando a todo habitante mayor de cuatro años, el estudio devela que los argentinos tienen un promedio de 5 horas y 19 minutos de permanencia diaria frente a la pantalla, seguidos por los brasileños con 4 horas 19 minutos y los
mexicanos con 4 horas 17 minutos. Si los cálculos se hacen por sexo, a lo largo de toda la región, las mujeres y sus telenovelas van a la cabeza con 4 horas 31 minutos, frente a los hombres con cuatro horas dos minutos de promedio. "El único grupo que ha reducido su tiempo de ver televisión en los últimos tres años, con 10 por ciento, es el de niños y niñas, que lo han sustituido por videojuegos e Internet", señaló Rubén Jara, presidente de IBOPE México.
Las cenicientas modernas, nobles y súper sensuales, habitan las pantallas argentinas. Truculentas historias de amor y de odio, de pasión y locura, de infidelidades e incestos, de avaricia y humildad cuestionable, les dan forma a las mujeres argentinas. Las vidas de las amas de casa rota alrededor de las novelas de moda. Los horarios están estructuras y condicionados para poder verlos a ellos, los protagonistas de la historia ficcional. Los argumentos son predecibles pero las mujeres consumen una y otra vez lo mismo sin pensar en lo que están viendo. Pensemos como a modo de ejemplo en las novelas de Talía donde María la del barrio, María Mercedes, Marimar y Rosalinda no son más que una zaga repetida una y otra vez para explotar los pocos y escasos aportes histriónicos de la casi cantante mexicana. En las telenovelas no hay nada nuevo, simplemente leche de la misma baca para los productores, quienes se enriquecen con los sufrimientos de los personajes ficcionales y reales. En el 2005 tuve la posibilidad de irme de vacaciones a España por tres meses y conviviendo con una familia española, pude ver como las telenovelas ejercían un poder controlador de las chicas que vivían conmigo. Gladis, Casandra, Marta, y Tery la mamá, hacían todos sus quehaceres diarios a toda velocidad con el objeto de estar libres a la hora de comenzar Pasión de gavilanes, donde los protagonistas las hacían reír y llorar, como quien controla como los sentimiento de un títere.
El masoquismo novelero hace que las televidentes se descontrolen sentimental y emocionalmente, gestando comportamientos estúpidos e incongruentes con la realidad. Obviamente las novelas son un producto para las masas. No demandan pensamiento ni reflexión por parte de los espectadores ya que las telenovelas son un género comunicativo por excelencia de factura simplista, sin grandes aspiraciones formales e intelectuales. Las telenovelas aportan al público la capacidad de chusmear la vida ajena rota, le aporta evasión, distracción y diversión alienante. El discurso de las telenovelas tiene características tales como simplicidad de los códigos empleados, proporción de los elementos en una estructura dosificada en correspondencia con las exigencias del público, grandilocuencia de la narración que se sustenta en buenos actores, atractivos vestuarios, excelentes musicalizaciones, recursos dramáticos que capturan la atención del espectador con garra desde el primer capítulo. A la hora de ver telenovelas los televidentes tendrían que elegir la de mejor contenido y poder escoger las que mayor enriquecimiento aporte a la vida propia. Mirar buenas telenovelas no es malo, lo malo es mirar las malas telenovelas y sobre todo, imitar la conducta de los protagonistas.


Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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