domingo, 18 de marzo de 2007

Enfrentando el aislamiento.




Somos humanos y como tales necesitamos imprescindiblemente relacionarnos con otros seres humanos. “Estar completamente aislado y solitario conduce a la desintegración mental, dijo Erich Fromm en su obra “El miedo a la libertad”. Todos necesitamos estar conectados con los demás. Necesitamos impartir y recibir afecto. Porque la falta de conexión nos impide desarrollarnos como personas. Para luchar contra el aislamiento es necesario que seamos más sociables, más abiertos y dispuestos a aceptar opiniones, ideas, y conceptos diferentes. Hay ciertas personas que hacen amigos con mayor facilidad, pero también estamos aquellos individuos a los cuales nos cuesta relacionarnos, no porque seamos individualistas, sino porque somos más introvertidos o porque tenemos miedo a ser más susceptibles.
Para ser más sociables, acá está la clave, necesitamos permitirnos ser más susceptibles o vulnerables. Debemos mostrarnos como somos sin temor a ser lastimados. Debemos hablar, ser amables, fomentar lo positivo, mirar lo positivo en la gente para entablar relaciones interpersonales constructivas. Sentirnos unidos a los otros nos permite crecer interiormente, nos permite ser percibidos, nos permite y les permite al otro saber que existimos. Balzac dijo: “…debes aprender una cosa, imprimirla en tu mente todavía maleable: el hombre tiene horror a la soledad…”. Nadie puede vivir dichosamente si se encuentra aislado porque todos necesitamos ser aceptados, reconocidos como humanos, necesitamos de la mirada de los demás. Todos estamos interconectados. Somos con nosotros mismos, es decir poseemos una relación con nosotros mismos y además, somos con otros, es decir: poseemos una relación con nuestros semejantes, interhumanamente.
Hoy día, a causa de la competencia individualista y los deseos de querer ser mejores que los otros, vivimos en una sociedad donde se propugna el aislamiento y la soledad. Jaime Barylko en su obra “El hombre que está solo y no espera” expresa: “El hastío individualista. De ahí la neurosis. La cabeza no da para tanto. Necesita sus mesetas, sus reposos, sus estabilidades, sus permanencias. Pero la circunstancia urbana-única que conocemos, ya que también la vida rural, gracias a los medios masivos de comunicación, está psíquica y espiritualmente contaminada de globalidad urbánica-no da reposo. Y eso termina siendo angustia, agresividad, ansiedad, incapacidad comunicativa. Eso nos obliga a defendernos de tanto estímulo y variabilidad exterior a través del ejercicio de la inteligencia, del cálculo, suprimiendo u opacando la sensibilidad emocional. Todo se vuelve intercambio, negocio, utilización del otro o de lo otro, y miedo a ser usado o malversado”.
Para enfrentarnos al aislamiento es necesario que nos despojemos de nuestros deseos narcisistas, individualistas, ventajeros. Si queremos ser sociables debemos correr el riesgo de ser lastimados. Las cosas son para ser usadas, pero las personas son para ser amadas, comprendidas y aceptadas altruista como también empáticamente. Todos necesitamos ser percibidos, necesitamos de la mirada del amor del otro. Hay que mirar lo positivo en uno, en los demás, hay que estar dispuesto a dar amor si de veraz anhelamos dejar la prisión del aislamiento de lado. Necesitamos de lo intrahumano, porque hay que amarse a uno mismo, pero no de modo idolátrico, así como también necesitamos de lo interhumano, necesitamos amar a los demás. Todos necesitamos ser percibidos constructiva y positivamente. E. Fromm en otra de sus obras dijo: “Amar es abandonar la prisión de la soledad”. Esto lo dijo en su obra “El arte de amar”. Y es verdad.
Julio C. Cháves

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