domingo, 18 de marzo de 2007

En plena juventud.

“Ninguno tenga en poco tu juventud…”, 1 Timoteo 4:12.



Cuando uno es joven se siente inmortal. Uno tiene tantas fuerzas y energía que desea vivir plenamente. El tiempo sobra y aparentemente, estamos convencidos de que la piel lisa durará para siempre. Los jóvenes, a veces, somos como un rico necio que, por causa de que tenía dinero, gastaba y gastaba hasta que un día quedó en la miseria absoluta. Uno, siendo joven, aturdido con su dorada edad, ni siquiera se pone a mirar a su alrededor con ojo avizor. Estar rebosantes de salud nos induce a que dejemos de lado muchas realidades de la vida como la vejez y la muerte. Si miramos a nuestro alrededor podemos advertir que numerosas personas, ya mayores, yacen en condiciones miserables y de abandono por falta de recursos, gente que también fue joven y que también estaba rebosante de salud. Eran jóvenes, pero ahora están envejeciendo y algún día se tendrán que ir de esta vida.
En contraste, hay otros individuos, ya mayores, que se prepararon cuando eran jóvenes. Estos son los que le dieron prioridad a sus obligaciones y que dejaron de lado las diversiones frívolas. Cuando uno es joven debe prepararse, estudiar, aprender un oficio para que cuando llegue la vejez pueda cosechar los frutos del esfuerzo de una vida ordenada y orientada por la preocupación y el cuidado por la vida personal. Ciertamente es de sabios prevenir. Actualmente, los jubilados son tratados indiferentemente. Es por esta causa que muchos jóvenes preguntan: “¿De qué le valió trabajar toda la vida y haber hecho una vida de sacrificio? Ahora está viejo y al gobierno no le importa nada. La mala atención a los jubilados se debe precisamente a malos gobiernos, mala administración de los recursos públicos y a la corrupción tan vigente.
Prevenir es de sabios. Cuando uno es joven debe utilizar bien la piel lisa y la absoluta salud, esto debe hacernos redoblar nuestros esfuerzos para asegurarnos un futuro decoroso y una vejez digna. Surge con meridiana claridad la necesidad de ser proclives a darle importancia a la capacitación, ya que esto nos permitirá ocupar un puesto bien remunerado en los peldaños de la escala social. Este es el siglo XXI lleno de desafíos. Dentro de muy poco, un simple plomero, electricista o albañil deberá capacitarse adecuadamente, pues la competitividad será cada vez más grande, que únicamente los que realicen las tareas-aún las más simples-de modo óptimo, conservarán sus empleos ya que, a igual precio o salario, los empleadores tomarán a los más capaces. Por todo esto, estudiar algo es prevenir sabiamente.
Es una cuestión harto evidente que el odio y la aversión al estudio y a la capacitación deben ser considerados como odio y aversión hacia el propio futuro personal, al propio bienestar y a la posibilidad de ser felices. Sinceramente no estoy de acuerdo con la crueldad y el mercantilismo de una sociedad que descree más y más de los valores cristianos, la cual considera a las personas como a meros objetos descartables, pero de todos modos, la situación es real y es posible que pase mucho tiempo antes de que esta realidad se revierta y sea remplazada por una realidad más humanista que dignifique la vida de los seres humanos. Por ahora la única alternativa es capacitarse. Hoy día no hay más lugar para los improvisados que desechan la idea de capacitarse laboralmente. Se debe a todo esto la importancia de ser sensatos a nuestro futuro. Entonces, cuando uno deje de ser joven y llegue la declinación física, las canas y la salud más susceptible, estará mejor preparado para enfrentar la muerte de pié y en total dignidad humana. Chesterton dijo:”Creo en el arrepentimiento en el lecho de muerte, pero no quiero fiarme de él”.
Julio C. Cháves.

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