“El intelecto y la educación”
La verdadera educación es aquella que nos forma intelectual y moralmente. Un maestro debe ser una persona con características tales como: rectitud, altruismo, solidaridad, personalidad madura y liderazgo. Los maestros son los preceptores de la sociedad. Son quienes le dan forma a nuestro intelecto y a nuestra alma. Por supuesto que la primera educación es la familia, pero también es vital la influencia de los maestros sobre sus alumnos. La capacidad de los alumnos-personas debe ser considerada, junto al significado y la gravedad del puesto del maestro. Con respecto a la divulgación de la verdadera educación intelectual-humana, una teatralización bien escrita y actuada puede resultar enormemente positiva, sin importar la edad del estudiante. En el mundo del tercer milenio, personas de toda edad disfrutan de las películas y programas de televisión. La industria del cine debe luchar hacia cumbres cada vez más elevadas de perfección técnica, y la atracción humana por las películas puede ser bien utilizada con fines educativos.
Los alumnos-humanos deben aprender mucho, recordar mucho, y utilizar sus conocimientos, tanto intelectuales como humanos, para la vida y la convivencia diaria. Los maestros también deben estimular la lectura como un medio muy importante para llegar al conocimiento. Un maestro debe ser un buen lector y debe luchar para que sus alumnos lidien contra el facilismo y la mediocridad intelectual y se conviertan así en buenos lectores. Una persona que ha sido educada simple y únicamente en su aspecto intelectual, luego de tropezar con una persona a propósito o sin querer, se disculpa con un superficial ‘Lo siento’, sin fijarse hasta qué punto se pudo haber lastimado la otra persona. En cambio, quien ha sido educado en sus aspectos intelectual y emocional luego de tropezar con alguien procura que la otra persona esté bien, lo cual pone en evidencia el corazón educado en el aspecto afectivo. En el segundo caso encontramos una indicación de calidez de corazón, mientras que en el primero vemos que hay un intelecto frío, calculador y poco humano.
Debemos ser educados en los dos aspectos: intelectual y en los valores. Con respecto al intelecto, hay personas que están dispuestas a compartir el conocimiento que acumularon, mientras que hay otras que desean no hacerlo. Cuanto más favorezca un maestro-humano a sus alumnos-humanos compartiendo su conocimiento y también sus valores, mayor y más vivificado será el espíritu de cohesión social. Siempre debemos recordar que intelecto y emociones van de la mano. Porque cuando quienes están al frente de la sociedad desprecian y descalifican a otros, por causa de superioridad intelectual, se genera una catástrofe relevante. Este punto de vista de mirar a otros, desde arriba, no siempre surge de un complejo de superioridad. En muchos casos una persona puede ridiculizar a los semejantes con el único fin de encubrir su propia ignorancia. Este sentimiento egoísta de superioridad es perjudicial para todos. Sin importar la educación, inteligencia, rasgos, virtudes o defectos de los individuos, todos deben tener en mente que aquella persona a quien uno considera inferior intelectualmente puede sobrepasarlo a uno en aspectos humanos-afectivos. Los males que aquejan a la sociedad son producto de los males que nos infligimos unos a otros egoístamente.
Creo que es importante que tengamos en cuenta que debemos educar la cabeza y el corazón de un modo equilibrado, pues necesitamos tanto de lo uno como de lo otro. Pitágoras dijo: “Ayuda a tus semejantes a levantar su carga pero no a llevarla”.
Julio C. Cháves.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario