
Una persona posee belleza interior cuando expele bondad. Ser bello por dentro es saber que es el bien y practicarlo, es poner en práctica los valores morales. Los individuos bellos por dentro son portadores de dulzura y cortesía, espíritus apacibles y afables sonrisas, buenos consejos y sinceridad verdadera. El sentimiento más noble que habita en el alma de las bellas personas es el amor altruista. El amor altruista se manifiesta en el deseo del bien de los demás. José Ortega y Gasset dice en su obra “Estudios sobre el amor”, que amar una cosa es empeñarse en que exista. Entonces podemos decir que si amamos altruistamente buscaremos que los demás existan felizmente, siendo aprobados, aceptados, celebrados, valorados por nosotros en todo momento. Las bellas personas dejan huellas inolvidablemente puras, sanas, estimulantes. Estas viven en torno a un solo objeto: El bien.
La belleza interior debe ser tenida en cuenta y mucho. Porque cuando valoramos en exceso la belleza exterior, dejando en segundo plano o tercer plano aspectos como el carácter, la capacidad de dar, la forma de ser, los valores humanos, las virtudes y la práctica de creencias sólidas, tarde o temprano se exteriorizará la verdadera esencia de la persona y todo quizás no será como nosotros pensábamos que era en realidad. El Dr. Enrique Rojas, autor del libro “El Hombre Light”, dice: “No se puede vivir sin amor. Lo que hay que hacer es tener en el corazón un amor grande y luchar por alimentarlo, para que crezca y arrope nuestras vidas. Esto no se consigue, si no es con muchos esfuerzos pequeños, realizados a diario, con insistencia y dedicación. Se busca el bien y se alcanza cuando se ama; y se ama cuando se quiere el bien del otro”. Si se ama de verdad. Si se busca de verdad el bien del otro. Entonces se posee belleza interior. Porque ser bello es albergar el bien.
La belleza interior asimila el bien y lo irradia; sale hacia fuera en sublimes donaciones, sale hacia el otro con empatìa, comprensión, respeto, solidaridad y grandeza humana. Humildad, sacrificio y pureza constituyen la trilogía sobre la cual se asienta la legítima belleza. La soberbia, la maldad, el egoísmo y los malos pensamientos en todas sus formas, son elementos que cierran la personalidad y el corazón dentro de límites de autodestrucción, vacío y muerte interior. La verdadera belleza consiste en querer el bien y en hacerlo. Los pensamientos cargados de bondad, como abejas laboriosas cargadas de polen, ya no piensan sino en elaborar buenas obras altruistas. La belleza interior abate gigantes pensamientos negativos, ahuyenta el egoísmo y la mezquindad, resucita buenos sentimientos, abre nuevos corazones, fecundiza desiertos, convierte las tinieblas del alma en pleno día, destruye entre sus dedos la maldad, es siempre alegría y valores humanos… La belleza interior es el bien hecho carne y hueso. Es la dulzura y la cortesía personificada. “La bondad es una virtud modesta, dice Guibert. No es brillante como el genio, ni ruidosa como el valiente guerrero; escondida en la sombra y en el silencio, hace el bien, y con ello se contenta. No es de esas plantas altivas que crecen en las cumbres; prefiere la fecundidad de los valles escondidos…”.
Julio C. Cháves.
La belleza interior debe ser tenida en cuenta y mucho. Porque cuando valoramos en exceso la belleza exterior, dejando en segundo plano o tercer plano aspectos como el carácter, la capacidad de dar, la forma de ser, los valores humanos, las virtudes y la práctica de creencias sólidas, tarde o temprano se exteriorizará la verdadera esencia de la persona y todo quizás no será como nosotros pensábamos que era en realidad. El Dr. Enrique Rojas, autor del libro “El Hombre Light”, dice: “No se puede vivir sin amor. Lo que hay que hacer es tener en el corazón un amor grande y luchar por alimentarlo, para que crezca y arrope nuestras vidas. Esto no se consigue, si no es con muchos esfuerzos pequeños, realizados a diario, con insistencia y dedicación. Se busca el bien y se alcanza cuando se ama; y se ama cuando se quiere el bien del otro”. Si se ama de verdad. Si se busca de verdad el bien del otro. Entonces se posee belleza interior. Porque ser bello es albergar el bien.
La belleza interior asimila el bien y lo irradia; sale hacia fuera en sublimes donaciones, sale hacia el otro con empatìa, comprensión, respeto, solidaridad y grandeza humana. Humildad, sacrificio y pureza constituyen la trilogía sobre la cual se asienta la legítima belleza. La soberbia, la maldad, el egoísmo y los malos pensamientos en todas sus formas, son elementos que cierran la personalidad y el corazón dentro de límites de autodestrucción, vacío y muerte interior. La verdadera belleza consiste en querer el bien y en hacerlo. Los pensamientos cargados de bondad, como abejas laboriosas cargadas de polen, ya no piensan sino en elaborar buenas obras altruistas. La belleza interior abate gigantes pensamientos negativos, ahuyenta el egoísmo y la mezquindad, resucita buenos sentimientos, abre nuevos corazones, fecundiza desiertos, convierte las tinieblas del alma en pleno día, destruye entre sus dedos la maldad, es siempre alegría y valores humanos… La belleza interior es el bien hecho carne y hueso. Es la dulzura y la cortesía personificada. “La bondad es una virtud modesta, dice Guibert. No es brillante como el genio, ni ruidosa como el valiente guerrero; escondida en la sombra y en el silencio, hace el bien, y con ello se contenta. No es de esas plantas altivas que crecen en las cumbres; prefiere la fecundidad de los valles escondidos…”.
Julio C. Cháves.
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