lunes, 28 de abril de 2008

Quejolandia

La queja es una expresión de disgusto, enfado o disconformidad. Admito que muchas veces me he quejado y también he escuchado quejas de los demás. Yo por mi parte me he quejado del calor en verano y del frío en invierno. Es decir, me he quejado en todas las épocas del año. Además, he escuchado quejas de otros sobre el trabajo, el desempleo, la economía, la sequía, las inundaciones, el precio de la carne, el aumento del combustible. Aunque muchas de las quejas que he escuchado son válidas, no estoy de acuerdo con la queja que fomenta el pesimismo.

Una cosa es el reclamo, que busca la resolución de un conflicto, que busca la respuesta a una pregunta, porque reclamar es moverse hacia algo, hacia alguien, lo cual implica la acción de llamar, de golpear puertas, de llamar por teléfono, de escribir e-mail o cartas, en fin, de hacerse oír. Muchas veces la queja esta bien orientada porque esta edificada sobre el reclamo, pero otras veces, y esta es la queja que detesto, esta basada en la disconformidad, el disgusto, el enfado.

Seguramente has conversado alguna vez con una persona adicta a la queja. Siempre habla de lo mal que esta todo. Si tiene trabajo, se queja porque dice que no gana lo suficiente. Si gana lo suficiente, sigue diciendo, por el simple hecho de quejarse, que no le sigue alcanzando. Hace esto porque es quejoso. Lo que le pasa es que es un infeliz. El que se queja sin proponer soluciones tiene la cabeza hueca. Se supone que si nos quejamos es porque sabemos lo que se debe hacer. Es porque tenemos una idea y podemos transmitirla a través de conceptos, pensamientos.

De hecho, el objetivo de quejarse es un ejercicio de debate entre varios interlocutores. Los demás emiten sus opiniones, dicen lo que piensan y después de conocer y entender el contexto y el texto de la situación en la que nos encontramos, nos toca a nosotros lanzar nuestras opiniones al cuadrilátero. Así pues, cuando nos quejemos no lo hagamos con el propósito de acosar moralmente al interlocutor sino con el fin de comunicarnos y reflexionar juntos.

Bueno, he dicho brevemente lo que pienso sobre quejarse con buenos modales, pero también tengo que decir que si nuestras quejas están basadas en el antagonismo y la rivalidad vamos por mal camino. Si nos peleamos por pensar diferente, nuestras quejas nos alejarán y es posible que también nos lleven a la violencia. Un viejo proverbio dice que dos personas no pueden andar juntas si no se ponen de acuerdo.

Entonces, si nos vamos a quejar también declaremos nuestro reclamo, siempre con coherencia y lucidez. Elaboremos un análisis de las bases que sustentan nuestra queja, generemos soluciones al respecto, evaluemos propuestas, gestionemos una cita con la persona indicada, discutamos el problema y finalmente hagámosle un seguimiento a nuestra queja, y sobre todas las cosas no seamos pesimistas.

De esta forma, al quejarnos de forma apropiada, haremos escuchar nuestra vos en un contexto favorable, seguramente generaremos en nuestro interlocutor empatía y conseguiremos entablar un diálogo constructivo. En la medida en que nos quejemos apropiadamente lograremos modificar y consecuentemente mejorar lo que anda mal. “El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas”, dijo William George Ward.

Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar

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