sábado, 9 de febrero de 2008

El que ostenta


Ostentar es hacer visible algo por vanidad, orgullo, complacencia. Es vanagloriarse, jactarse. Es hacerse el grande, lucirse. Es mostrar algo con la intención de ser admirado. Hay personas que ostentan, aparentan, y se creen algo no siendo nada. Entonces, se engañan a si mismas. Cuando hablan con los demás siempre tienen que manifestar su presunción. Están creídos. Dicen que tienen mucha plata, que no tienen problemas, que lo que tienen ellos es lo mejor. El sujeto que ostenta si alquila una casa dice que es de él, que es una casa de familia.


Es preciso decir que la ostentación es la pasión que lleva a los hombres a sentirse por encima de los demás. Volcando en la cara de otros sus logros se sienten superiores. Si invitan a almorzar a algún amigo dicen que gastaron más de la cuenta. Caminan por la calle siempre bien empilchados, bien peinaditos, con sus súper zapatillas, mientras que en su casa su hijos andan con los dedos afuera. Ostentar es alardear.
Mucha gente ostenta sus súper autos, sus súper casas, ostentan incluso hasta con su inteligencia. Con esta actitud dicen: ¡Acà estoy yo! Lo cierto es que el que ostenta en realidad esta inseguro de si mismo y no tienen identidad ni originalidad. Es una fotocopia de otros, es un clon. La ostentación es una compensación, y haciéndose visible oculta algo que falta. El que necesita decir lo que tiene para sentirse seguro no sabe lo que quiere, esta confundido y tiene baja autoestima. El que sabe lo que es como persona jamás ostenta. Ni siquiera ostenta humildad. Dice lo que piensa y acepta su condición económica. Jamás finge ser algo que no es. Se muestra tal cual es. Tiene personalidad y conoce su identidad. Cicerón dijo: “Todas las acciones cumplidas sin ostentación y sin testigos me parecen más loables”.
La persona inteligente no necesita testigos para hacer algo. Si sabe que lo ve Dios con eso le basta. No necesita mostrarle nada a nadie ni necesita convencer a nadie cuanto vale como persona. Él sabe cuanto vale. Por supuesto que necesita ser considerado, necesita ser percibido. De hecho, todos los seres humanos necesitamos ser percibidos, pero la persona segura de si misma jamás ostenta. Porque la ostentación es la bandera, el estandarte de los mediocres. La persona auténtica jamás se estima a si misma por encima de los demás. Por el contrario, siempre se manifiesta con originalidad, grandeza de espíritu, y eso lo convierte en un ser genial.

Julio césar cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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