jueves, 3 de enero de 2008

El juez


Sin juez no existe juicio. El funcionario máximo que pesa las evidencias y los argumentos, y que estudia el caso bajo el enfoque de la ley y pronuncia la sentencia final, es el juez. En la sublime escena del juicio final, está presente el juez que es ‘el anciano de días’, el creador del cosmos. No cabe, pues, dudas que en última instancia Dios sea el juez de todos los seres humanos y de los ángeles. Hebreos 12:23 dice: “…a Dios el juez de todos…’.
Dios es el juez de todo ser viviente, pero: ¿Qué función cumple Jesús? Hay un hecho interesante que resulta en extremo consolador para todos los seres humanos en la faz de la tierra, y es este: El creador, Dios, el juez trascendental de todos, no juzga personalmente, sino que delega su responsabilidad a su Hijo Jesús. El apóstol San Juan explica: “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo…” (5:22). Ahora, yo me pregunto: ¿Por qué resulta consolador que no seamos juzgados por Dios sino por su Hijo? La respuesta la posee el mismo apóstol Juan, quien dice: “…y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el hijo del hombre”. (5:24). Jesús fue hombre y estuvo vinculado con la raza humana, él vivió como hombre, y murió como hombre, y por ende, conoce por experiencia propia lo que son los dolores y las debilidades humanas, debido a esto no fue constituido no solo en abogado que defiende al hombre en el proceso judicial del cielo, y en nuestro sumo sacerdote que intercede por los seres humanos, sino también en el juez que decide finalmente lo que corresponde a cada uno de los descendientes de Adán.
Por esto, el apóstol San Pablo afirma que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo. (2 Corintios 5:10). Además, en el libro de los hechos el Dr. Lucas dice: “Y nos mandó que predicásemos que él es el que Dios ha puesto (A Jesús se refiere) por juez de vivos y muertos”. (10:42).
Jesús es el abogado y el juez del juicio final. Por tanto, si queremos que Jesús nos sentencie a vivir en la eternidad con él, debemos hacer su voluntad por sobre todas las cosas de este mundo. Jesús es el único que puede salvarnos de la condenación eterna. Debemos doblar nuestras rodillas ante Jesús, pues si no lo hacemos, llegará el día en que lo haremos ante él como juez.
Jesús es un juez que conoce la empatía. Él entiende nuestra situación, pues, tuvo sed, hambre, frío, y sintió el petito físico igual que nosotros. Jesús experimentó la angustia, la soledad, y el desánimo. El sabe lo que es ser víctima de las más oscuras de las injusticias. El soportó los más terribles maltratos por parte de otros seres humanos. Por eso entiende nuestra situación de modo empático. Y porque nos entiende de esta manera, es que también perdona. Jesús es, pues, el abogado, el juez y sumo sacerdote que tenemos a nuestra disposición que quiere defendernos ante el juicio final. Pero eso sí, si nosotros queremos, pues él no obliga a nadie. Debemos aceptar a Jesús para ser justificados y para que él sea nuestro abogado en el juicio final. El Dr. Billy Graham dijo. “Hay unas 400 sesenta menciones de la sangre en la Biblia. En el Nuevo Testamento, Jesús nos habla 14 veces de su sangre. ¿Por qué? Porque con el derramamiento de su sangre hizo posible nuestra salvación. Pagó la pena de nuestros pecados, y nos redimió. La paga de nuestro pecado y la rebelión es la muerte. Jesús voluntariamente puso su vida, recibiendo el castigo que merecíamos nosotros. Ese es el significado de la cruz. La sangre de Jesús no solo nos redime, sino que nos justifica. Ser justificados significa más que ser perdonados. Yo puedo decirte: ‘Te perdono’, pero no puedo justificarte. Pero Dios no solo perdona tu pasado, te viste de ropas de justicia, como si nunca hubieses pecado”. ¡Doblemos nuestras rodillas ante nuestro salvador!


Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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