
Hoy por hoy, a través de los medios de comunicación y también en las calles de las grandes y pequeñas ciudades, se degrada la vida humana. Esto de debe, a que esta sociedad sin valores donde vivimos, es cada vez más pesimista y relativista. Las personas viven sus vidas sin coherencia y sin sentido. Desde todos los ángulos se nos invita a que vivamos una vida totalmente en torno al hedonismo y la vanidad del materialismo. Llevar una vida sin rumbo es algo común. Nadie vive conforme a los mandamientos de Dios. Todos piensan que viven impulsados por su voluntad personal, pero lo cierto, es que la gran mayoría de los individuos, son manipulados por frívolos programas de televisión que les ordenan cómo deben vestirse, cómo deben hablar, cuál es la moda y cómo deben amar. Los medios de comunicación quieren que uno se distraiga, que la pase bien, que se ría, pero todo sin pensar. Los medios generalmente muestran vidas vacías, sin contenido, y sin respeto hacia los derechos humanos. Por esto, se han multiplicado los individuos con corazones carentes de amor y de valores morales absolutos.
La gente de la urbe actual vive sin saber a qué atenerse, sin rumbo, sin sentido. El ha sido reducido a cosa, a objeto, ha sido cosificado. Hoy la gente llama a la luz tinieblas, a lo bueno malo y a lo amargo dulce. La cosificación es el ideal supremo de los mediocres de ahora. La mayoría de las personas viven indiferentes a la muerte. Viven como si tendrían el cuerpo físico inmortal. Pero como decía Borges: “La muerte es un uso que tarde o temprano todos debemos respetar”. Nadie respeta a nadie. El relativismo moral lo ha invadido todo. La filosofía del relativismo converge en el escepticismo, es decir, defiende la idea de que la verdad absoluta no existe y que el hombre es incapaz de alcanzarla. Hoy lo relativo es como absoluto.
Ahora, mientras el relativismo impera de un modo desordenado, pregunto: ¿Existe la verdad absoluta? ¿Hay una verdad a la cual poder atenerse? Pues sin duda que sí. El Dr. Billy Graham escribió: “Vivimos en una época de incertidumbre filosófica, y ya no sabemos qué es lo que creemos. Vivimos sin compromisos. En mis viajes he preguntado a estudiantes de muchos lugares: ‘¿Qué es lo que controla tu vida? Cuando yo era estudiante tuve que enfrentarme con Cristo. ¿Quién era Él? Había hecho la asombrosa afirmación: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al padre sino por mí”. Tuve que luchar con el hecho ineludible de que Jesucristo, o era lo que pretendía ser, o fue el mentiroso y charlatán más grande de la historia. ¿Cuál de los dos era? Buda casi al final de su vida dijo: ‘Estoy todavía buscando la verdad’. Pero en Jesucristo tenemos un hombre que apareció y dijo: ‘Yo soy la personificación de toda la verdad. Toda la verdad está centrada en mí’”.
Jesús es la verdad absoluta. De Él debemos depender. A Él y su verdad debemos atenernos. Él vivió una vida ejemplar. Él es nuestro ejemplo. En la tapa de un libro que utilizo mucho dice: ‘Santa Biblia’. Dice esto porque la Biblia es un libro que dice la verdad del hombre, Dios y el diablo. Jesús es la verdad última y final. Innumerables personas inteligentes y coherentes han hallado la verdad en Él. El apóstol Pedro mirando a Jesús pudo caminar sobre el agua del mar de Galilea, mientras mantuvo la mirada puesta en Jesús no se hundió. Pero cuando la desvió de su Salvador se comenzó a hundir. Lo que aprendemos de esto: es que debemos mirar a Jesús y confiar en su palabra, pues Él es la verdad absoluta. Cierta vez le preguntaron a H. G. Wells, el renombrado historiador, cuál ha sido la persona que ha dejado la impresión más duradera de la historia de la civilización humana, y él con absoluta seguridad dijo: ‘Jesús es el primero’. “Toda la historia es incomprensible sin Cristo”, dijo Ernest Renán.
Julio C. Cháves juliogenial@hotmail.com
La gente de la urbe actual vive sin saber a qué atenerse, sin rumbo, sin sentido. El ha sido reducido a cosa, a objeto, ha sido cosificado. Hoy la gente llama a la luz tinieblas, a lo bueno malo y a lo amargo dulce. La cosificación es el ideal supremo de los mediocres de ahora. La mayoría de las personas viven indiferentes a la muerte. Viven como si tendrían el cuerpo físico inmortal. Pero como decía Borges: “La muerte es un uso que tarde o temprano todos debemos respetar”. Nadie respeta a nadie. El relativismo moral lo ha invadido todo. La filosofía del relativismo converge en el escepticismo, es decir, defiende la idea de que la verdad absoluta no existe y que el hombre es incapaz de alcanzarla. Hoy lo relativo es como absoluto.
Ahora, mientras el relativismo impera de un modo desordenado, pregunto: ¿Existe la verdad absoluta? ¿Hay una verdad a la cual poder atenerse? Pues sin duda que sí. El Dr. Billy Graham escribió: “Vivimos en una época de incertidumbre filosófica, y ya no sabemos qué es lo que creemos. Vivimos sin compromisos. En mis viajes he preguntado a estudiantes de muchos lugares: ‘¿Qué es lo que controla tu vida? Cuando yo era estudiante tuve que enfrentarme con Cristo. ¿Quién era Él? Había hecho la asombrosa afirmación: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al padre sino por mí”. Tuve que luchar con el hecho ineludible de que Jesucristo, o era lo que pretendía ser, o fue el mentiroso y charlatán más grande de la historia. ¿Cuál de los dos era? Buda casi al final de su vida dijo: ‘Estoy todavía buscando la verdad’. Pero en Jesucristo tenemos un hombre que apareció y dijo: ‘Yo soy la personificación de toda la verdad. Toda la verdad está centrada en mí’”.
Jesús es la verdad absoluta. De Él debemos depender. A Él y su verdad debemos atenernos. Él vivió una vida ejemplar. Él es nuestro ejemplo. En la tapa de un libro que utilizo mucho dice: ‘Santa Biblia’. Dice esto porque la Biblia es un libro que dice la verdad del hombre, Dios y el diablo. Jesús es la verdad última y final. Innumerables personas inteligentes y coherentes han hallado la verdad en Él. El apóstol Pedro mirando a Jesús pudo caminar sobre el agua del mar de Galilea, mientras mantuvo la mirada puesta en Jesús no se hundió. Pero cuando la desvió de su Salvador se comenzó a hundir. Lo que aprendemos de esto: es que debemos mirar a Jesús y confiar en su palabra, pues Él es la verdad absoluta. Cierta vez le preguntaron a H. G. Wells, el renombrado historiador, cuál ha sido la persona que ha dejado la impresión más duradera de la historia de la civilización humana, y él con absoluta seguridad dijo: ‘Jesús es el primero’. “Toda la historia es incomprensible sin Cristo”, dijo Ernest Renán.
Julio C. Cháves juliogenial@hotmail.com
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