domingo, 12 de agosto de 2007

Recursos humanos



En su filme ‘Recursos humanos’, el director Lauren Cantet cuenta la siguiente historia: “Franck, un estudiante de administración de empresas en París, regresa a la casa familiar para pasar un periodo como becario en la fábrica donde su padre lleva trabajando hace treinta años. Después de años de independencia, Franck renueva los lazos con su familia, especialmente con su padre, que disfruta la situación. En la fábrica, Franck es asignado al departamento de Recursos Humanos. Seguro de sí mismo, cree que puede desbloquear las negociaciones sobre la reducción de la jornada laboral, que llevan tiempo enfrentando a la dirección y los sindicatos. Asume su tarea con entusiasmo hasta que descubre que sus esfuerzos están sirviendo en realidad para poner en marcha un plan de reestructuración que implica el despido de varios empleados, incluido su padre. La furiosa confrontación que sobreviene obligará a padre e hijo a que se unan en pos de una lucha contra el desempleo y la desesperanza.
Desde que vi ‘Recursos Humanos’, muchas películas han pasado por mis ojos, pero esta película (Cantet) me emocionó de modo particular porque representa vivamente la situación de muchas fábricas de mi amado país. A decir verdad, la emotividad es uno de los logros más significativos del filme porque, en rigor, el registro que usa el director es casi documental. No hay una sola escena efectista, que deliberadamente pretenda manipular al espectador. Los directores Hollywoodenses tendrían que verla todos los días antes de empezar a trabajar en esos primeros planos de lágrima fácil sugeridos por marketing. Raúl Forlán Lamarque hizo este comentario respecto a este filme: “Laurent Cantet en el filme se propone una meditación a través de los personajes y no tendrá frenos en efectuar desde la propia gestión visual y desde el propio roce de los personajes en el universo de una fábrica de provincia, y un severo ejercicio crítico contra los efectos tremendos del neoliberalismo y la globalización y esa idea tan modernosa y tan en principio alarmante del ‘pensamiento uniforme…’, y sin contrastes, sin la confrontación revulsiva, solventemente democrática. Para muchos todo puede sonar anacrónico. Pero ‘Recursos Humanos’ instala un eje de discurso, como para que el espectador se ajuste el cinturón y logre articular un fluir reflexivo paralelo a la acumulación de datos y a la acumulación de imágenes donde esos rostros lucen inconfundiblemente carnales, de credibilidad a prueba de cualquier idea de simulacro”.
Recursos humanos habla de la realidad de nuestro tiempo, el desempleo. Hoy hay poco trabajo. Y hemos llegado a un punto tal de pobreza que incluso podemos ver por televisión gente comiendo de la basura. ¿A qué desenlace ha llegado nuestro país? Creo que no hace falta decirlo. Los políticos corruptos se han enriquecido, mientras que por otro lado, los pobres están cada vez más pobres. ¡Que tristeza me da escribir estas líneas! La política de nuestro país es una mala palabra. Lo es, y nosotros los ciudadanos tenemos razón en afirmar que la moneda corriente de hoy es la impunidad. En estos funestos tiempos, hay políticos que en vez de pensar en la gente sólo piensan en su status económico, en su figuración social, en su quinta, en sus trajes…etc., en lugar de pensar en cambiar a la sociedad positivamente. Hay políticos que se enamoran de sus cargos, de la alfombra roja, de salir en los diarios, de sentirse importantes, superiores y omnipotentes como si fueran dioses. La política es una mala palabra porque los que la ejercen conviven con la soberbia, el engaño, el lujo obsceno, y la vanidad de querer perpetuarse en su rango. Estamos mal como país por el simple hecho de que quienes nos gobiernan sólo les importa su bienestar personal, su teléfono personal y su 0km. ¿Cómo puede mejorar un país con esta clase de líderes? Yo siempre digo que hay locos que tienen buena salud. El problema está en la cabeza. Lo mismo pasa con nuestro país, el problema está en la cabeza.
¿Hay alguna solución? ¿Hay alguna vía de escape? ¿Podemos recurrir a alguien honesto? ¿Hay alguien con características dignas de imitar? El único que nos queda es Dios. En Él hay esperanza, paz y certidumbre en este país azorado por el engaño y la corrupción. En Dios es en quien debemos confiar.


Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com

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