Sin fe es imposible agradar a Dios. Si creemos en Dios es obvio que debemos creer que existe. De todos modos, cabe preguntar: ¿Qué es la fe? Filósofos y pensador de todas las épocas han afirmado que la fe es la base de todo conocimiento. San Agustín dijo que debemos creer para poder entender. Si queremos entender quien es Dios ante todo debemos aceptar su existencia y someternos a su voluntad. La fe no consiste en ver para creer sino en creer para ver. Hebreos 11:1, 2, 6 dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
En esencia, no tenemos fe no podemos conocer a Dios. La fe es la base del conocimiento. Fe es una palabra que viene del latín Fidere y quiere decir confiar. Por lo tanto, si confiamos en Dios es porque hemos depositado nuestra credibilidad en él. Proverbios 3:7 dice: “Fíate en Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”. Los cristianos no necesitamos ver a Dios para creer que existe. La realidad es que no seguimos a Dios por lo que vemos sino porque tenemos fe. Dios es el objeto de nuestra fe y hacia él vamos. Ahora, otra pregunta: ¿Cómo desarrollamos nuestra fe? La fe no crece por si sola sino que tenemos que alimentarla. “Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. (Romanos 10:17). Si creemos en lo que Dios nos dice a través de su palabra, si creemos en sus promesas de bendición hacia nuestras vidas, sin dudar por supuesto, entonces se puede decir que nuestra fe esta creciendo en el conocimiento de Dios. La fe es tanto racional como sobrenatural. Hay cosas que dice la palabra de Dios que son fáciles de aceptar y de creer racionalmente, pero también hay otras, como por ejemplo los milagros de sanidad, que exigen de nosotros una fe extra, una fe que va más allá de lo que vemos o entendemos. De hecho, la Biblia dice que cuando oremos no lo hagamos con duda porque esto a Dios no le agrada ya que su palabra califica al que duda como una persona de doble ánimo. Santiago 1:6-8 expresa: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
La fe sólida es aquella que no duda de lo que Dios ha dicho. Pueden soplar vientos de pruebas y tribulaciones, pueden moverse los impíos como el mar en tempestad que nos puede estarse quieto, pero el que sabe en que Dios creemos los cristianos sabe cabalmente que Dios esta a su lado pase lo que pase. Debemos proclamar la palabra de Dios y creerla. Cuando Jesús fue tentado en el desierto, siempre reprendió al diablo con un escrito esta. Jesús dijo que si tenemos fe como un grano de mostaza moveremos montañas. El objeto de nuestra fe se llama Jehová de los ejércitos y no hay porque titubear o temer ya que estamos en sus poderosas manos y él es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. En nuestro Dios estamos seguros y confiados porque él nos guarda del mal y cuida permanentemente de nosotros, sus hijos. “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. (1 Juan 5:14,15).
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
En esencia, no tenemos fe no podemos conocer a Dios. La fe es la base del conocimiento. Fe es una palabra que viene del latín Fidere y quiere decir confiar. Por lo tanto, si confiamos en Dios es porque hemos depositado nuestra credibilidad en él. Proverbios 3:7 dice: “Fíate en Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”. Los cristianos no necesitamos ver a Dios para creer que existe. La realidad es que no seguimos a Dios por lo que vemos sino porque tenemos fe. Dios es el objeto de nuestra fe y hacia él vamos. Ahora, otra pregunta: ¿Cómo desarrollamos nuestra fe? La fe no crece por si sola sino que tenemos que alimentarla. “Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. (Romanos 10:17). Si creemos en lo que Dios nos dice a través de su palabra, si creemos en sus promesas de bendición hacia nuestras vidas, sin dudar por supuesto, entonces se puede decir que nuestra fe esta creciendo en el conocimiento de Dios. La fe es tanto racional como sobrenatural. Hay cosas que dice la palabra de Dios que son fáciles de aceptar y de creer racionalmente, pero también hay otras, como por ejemplo los milagros de sanidad, que exigen de nosotros una fe extra, una fe que va más allá de lo que vemos o entendemos. De hecho, la Biblia dice que cuando oremos no lo hagamos con duda porque esto a Dios no le agrada ya que su palabra califica al que duda como una persona de doble ánimo. Santiago 1:6-8 expresa: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
La fe sólida es aquella que no duda de lo que Dios ha dicho. Pueden soplar vientos de pruebas y tribulaciones, pueden moverse los impíos como el mar en tempestad que nos puede estarse quieto, pero el que sabe en que Dios creemos los cristianos sabe cabalmente que Dios esta a su lado pase lo que pase. Debemos proclamar la palabra de Dios y creerla. Cuando Jesús fue tentado en el desierto, siempre reprendió al diablo con un escrito esta. Jesús dijo que si tenemos fe como un grano de mostaza moveremos montañas. El objeto de nuestra fe se llama Jehová de los ejércitos y no hay porque titubear o temer ya que estamos en sus poderosas manos y él es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. En nuestro Dios estamos seguros y confiados porque él nos guarda del mal y cuida permanentemente de nosotros, sus hijos. “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. (1 Juan 5:14,15).
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
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