lunes, 12 de marzo de 2007

Valorando la vida.


Muchos preguntan: ¿Qué es la vida? Preguntan esto y están vivos. No saben lo que es la vida porque jamás estuvieron al filo de la muerte. He comprendido que los seres humanos valoramos la vida cuando estamos a punto de perderla. Somos tan estúpidos, tan ambivalentes. Hay una antigua parábola que cuenta que un pez la estaba preguntando a otro pez: -He oído hablar mucho del océano; ¿Dónde está? -¡y el pez esta en el océano! Pero había nacido en el océano, había vivido en el océano; jamás se había separado de él. El pez nunca había visto al océano desde afuera, siempre lo tenía en derredor suyo. Y el pez que oyó esta pregunta, le dijo al otro pez: -Estamos dentro del océano. Pero el pez preguntón seguía insistiendo: -Debes estar bromeando. Esto es agua y tú le estad llamando océano. Tendré que preguntar más, a gente más sabia de por aquí. Un pez llega a conocer el océano sólo cuando es arrancado en la arena. Entonces, por vez primera entiende que ha vivido en el océano, que el océano es su vida y sin él no puede sobrevivir.
Únicamente valoramos lo que perdemos. Vivimos tan mecánicamente que nos olvidamos que es la vida. Valoramos la salud cuando estamos enfermos. Nos damos cuenta cuan importante es el otro cuando el otro está ausente. Somos tan ambivalentes. Vivimos como robots, automáticamente, mecánicamente. Como dice Jaime Barylko, autor de ensayo Cabala de a luz: “Vivir de memoria. No es que no haya gente con entendimiento, creativa, innovadora. Es decir auténticamente pensante. La ley. Sospecho que el entendimiento está distribuido más o menos equitativamente en todos los seres humanos. Pero es trabajo. Y nosotros solemos ser muy perezosos. Una vez que aprendemos que la humedad es la que nos mata que no por madrugar se amanece más temprano y que las mujeres deberían lava r los platos y no conducir autos y que los adolescentes son todos unos desquiciados y que la culpa de todo lo tiene la corrupción y que el que mucho abarca poco aprieta y que el año nuevo hay que festejarlo reventando cohetes, y oídos, y que al hijo que egresa con diploma de alguna caída de estudios hay que reventarle huevos en la cabeza, una vez que aprendemos todo eso, y todo lo demás, no pensamos. ¿Para que? Porque pensar es deshacer todas esas frases, y otras mucho más importantes, por cierto, y volver a construir una visión del mundo, del nene, de tu esposa, de la realidad. ¡Mucho trabajo! Uno sabe y descansa. Vivimos de memoria. Ese es el problema de que tengamos tantos problemas. Los médicos curan de memoria, los abogados dictan de memoria y los gobernantes gobiernan de memoria. Ya saben. Y si ya saben, no piensan. Y si no piensan, nada profundo se modifica profundamente. Hay que atreverse”.
Somos porfiados. Tenemos que pensar. Ya es tiempo de darnos cuenta de lo importante que es la vida, los pájaros, el vecino. La soledad debe enseñarnos lo valioso que es la convivencia. La enfermedad debe resaltar lo importante que es la salud. Las guerras deben enseñarnos el valor de la paz. La vida debe pintar de esperanza el valor crucial de la vida. Vivamos sin cuerpo, sin mente de robot. Porque vivir mecánicamente no nos sirve de nada. El año nuevo hay que festejarlo estando juntos, compartiendo sonrisas, mostrando afecto, compartiendo lo que somos. Pensar cuesta trabajo, pero que lindas son las consecuencias. Principalmente cuando pensamos en el bien., en las cosas que nos unen, en la honestidad, en la esperanza y en ese amigo que hoy vive en Europa. Estamos dentro del océano, quiero decir: dentro de la vida. ¿Te diste cuanta?

Julio C. Cháves.

No hay comentarios.: