¿Qué circunstancias inducen a que una persona cometa suicidio? ¿Qué debemos hacer cuando un individuo dice una y otra vez que va a quitarse la vida? ¿Cómo podemos ayudar a quienes tiene tendencias suicidas? ¿Por qué muchas veces los familiares contribuyen a que alguien piense en matarse? En esta nota vamos a analizar el triste fenómeno social del suicidio.
En su obra El suicidio (1897), El sociólogo francés Emile Durkheim , señala que los suicidios son fenómenos individuales que gravitan esencialmente en torno a causas sociales. Las sociedades presentan ciertos síntomas patológicos, ante todo la integración o regulación social ya sea excesiva o insuficiente del individuo en la comunidad. Por tanto, el suicidio sería un hecho social. Este sociólogo francés empieza su estudio definiendo el suicidio de este modo: Todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la víctima misma, y que, según ella sabia, debía producir este resultado. Ejemplo de un acto positivo: dispararse en la cabeza; ejemplo de un acto negativo: rehusar a ingerir cualquier medicina hasta dejarse morir. Durkheim distingue cuatro clases de suicidios:
suicidio egoísta :típico de sociedades deficientes o carencia de integración social
suicidio anómico: característico de falta de regulación social (anomia), o sea, las normas sociales no son interiorizadas como propias por parte del individuo.
suicidio fatalista: cuando existe un alto grado de regulación social.
suicidio altruista: característico de sociedades con alto grado de integración social.
Creo que en algún momento de la vida todos pensamos en quitarnos la vida debido a la pérdida de un ser querido o alguna circunstancia nefasta. Pero obviamente estos fueron pensamientos pasajeros, efímeros. Asimismo algunos individuos que han pasado por múltiples desgracias a lo largo de la vida, siguen albergando estos pensamientos autodestructivos, alimentándonos con procesos mentales cognitivos irreales, con aspiraciones inalcanzables, con relaciones conflictivas, con una conducta impropia e ilegal, con cientos de causas que mantienen en pie la idea de quitarse la vida. Por estos motivos negativos muchos individuos terminan sumidos en la depresión. Y es indudable que las personas que tienen ideas suicidas están deprimidas. Como dijo Durkheim, las ideas de suicidio se deben a síntomas patológicos.
Ahora, el suicidio no soluciona nada. Al contrario, hace que las personas pierdan absolutamente la posibilidad de superar sus obstáculos circunstanciales. El filósofo español Fernando Savater en su ensayo Los diez mandamientos del siglo XXI, reflexiona respecto al suicido que “si consideramos que la vida humana está en manos de Dios, que es una propiedad divina, que sólo somos usufructuarios o que vivimos de alquiler, entonces no tenemos derecho a quitárnosla. Otra cosa es que si pensamos que la vida es un bien al que le debemos dar una jerarquía: alta, baja o sin ningún tipo de interés. El suicida lo único que hace es renunciar a algo que ha sido un bien, y que ha dejado de serlo. Tal vez uno pueda suicidarse incluso por amor a la vida. Uno ha amado tanto la vida y las cosas buenas que ella tiene, que no se resigna a aceptarla cuando carece de lo que la hacía apreciable”.
Creo que la forma de ver la vida es lo que muchas veces induce a que un individuo decida suicidarse. El suicidio es un acontecimiento irreversible que, no sólo no elimina al que sufre, sino que lo transmite a quienes rodean a tal persona. También transmiten su dolor las personas que viven en la más absoluta soledad y se quitan la vida. Se lo transfieren a los miembros de la sociedad a quienes les importa y les preocupa la existencia del prójimo. La mejor forma de lidiar con los problemas que se nos escapan de las manos, síntomas patológicos, es buscando la ayuda de nuestros seres queridos o amigos, contándoles nuestras ideas de autodestrucción. Es preciso desvalorizar estos sentimientos suicidas, quitarles vigor, minimizándolos. La realidad puede ser mejorada. Hay que considerar que la depresión hace que los individuos tiendan a ver el mundo circundante de un modo negro y derrotista. Entonces, cuando la persona con pensamientos suicidas busca ayuda de los familiares o de un profesional, en caso de que ya haya intentado dañarse a si misma, paulatinamente va recuperando el control de sus acciones y su visión de la realidad va mejorando óptimamente. La muerte no es la solución. La solución es mirar las cosas de un modo positivo. Debe insistirse, una y otra vez, en que la esperanza existe, que es razonable y segura, que las cosas pueden mejorar, que podemos tomar buenas decisiones. “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte”, dijo Leonardo Da Vinci (1452-1519) Pintor, escultor e inventor italiano.
Julio César Cháves. Escritor78@yahoo.com.ar
En su obra El suicidio (1897), El sociólogo francés Emile Durkheim , señala que los suicidios son fenómenos individuales que gravitan esencialmente en torno a causas sociales. Las sociedades presentan ciertos síntomas patológicos, ante todo la integración o regulación social ya sea excesiva o insuficiente del individuo en la comunidad. Por tanto, el suicidio sería un hecho social. Este sociólogo francés empieza su estudio definiendo el suicidio de este modo: Todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la víctima misma, y que, según ella sabia, debía producir este resultado. Ejemplo de un acto positivo: dispararse en la cabeza; ejemplo de un acto negativo: rehusar a ingerir cualquier medicina hasta dejarse morir. Durkheim distingue cuatro clases de suicidios:
suicidio egoísta :típico de sociedades deficientes o carencia de integración social
suicidio anómico: característico de falta de regulación social (anomia), o sea, las normas sociales no son interiorizadas como propias por parte del individuo.
suicidio fatalista: cuando existe un alto grado de regulación social.
suicidio altruista: característico de sociedades con alto grado de integración social.
Creo que en algún momento de la vida todos pensamos en quitarnos la vida debido a la pérdida de un ser querido o alguna circunstancia nefasta. Pero obviamente estos fueron pensamientos pasajeros, efímeros. Asimismo algunos individuos que han pasado por múltiples desgracias a lo largo de la vida, siguen albergando estos pensamientos autodestructivos, alimentándonos con procesos mentales cognitivos irreales, con aspiraciones inalcanzables, con relaciones conflictivas, con una conducta impropia e ilegal, con cientos de causas que mantienen en pie la idea de quitarse la vida. Por estos motivos negativos muchos individuos terminan sumidos en la depresión. Y es indudable que las personas que tienen ideas suicidas están deprimidas. Como dijo Durkheim, las ideas de suicidio se deben a síntomas patológicos.
Ahora, el suicidio no soluciona nada. Al contrario, hace que las personas pierdan absolutamente la posibilidad de superar sus obstáculos circunstanciales. El filósofo español Fernando Savater en su ensayo Los diez mandamientos del siglo XXI, reflexiona respecto al suicido que “si consideramos que la vida humana está en manos de Dios, que es una propiedad divina, que sólo somos usufructuarios o que vivimos de alquiler, entonces no tenemos derecho a quitárnosla. Otra cosa es que si pensamos que la vida es un bien al que le debemos dar una jerarquía: alta, baja o sin ningún tipo de interés. El suicida lo único que hace es renunciar a algo que ha sido un bien, y que ha dejado de serlo. Tal vez uno pueda suicidarse incluso por amor a la vida. Uno ha amado tanto la vida y las cosas buenas que ella tiene, que no se resigna a aceptarla cuando carece de lo que la hacía apreciable”.
Creo que la forma de ver la vida es lo que muchas veces induce a que un individuo decida suicidarse. El suicidio es un acontecimiento irreversible que, no sólo no elimina al que sufre, sino que lo transmite a quienes rodean a tal persona. También transmiten su dolor las personas que viven en la más absoluta soledad y se quitan la vida. Se lo transfieren a los miembros de la sociedad a quienes les importa y les preocupa la existencia del prójimo. La mejor forma de lidiar con los problemas que se nos escapan de las manos, síntomas patológicos, es buscando la ayuda de nuestros seres queridos o amigos, contándoles nuestras ideas de autodestrucción. Es preciso desvalorizar estos sentimientos suicidas, quitarles vigor, minimizándolos. La realidad puede ser mejorada. Hay que considerar que la depresión hace que los individuos tiendan a ver el mundo circundante de un modo negro y derrotista. Entonces, cuando la persona con pensamientos suicidas busca ayuda de los familiares o de un profesional, en caso de que ya haya intentado dañarse a si misma, paulatinamente va recuperando el control de sus acciones y su visión de la realidad va mejorando óptimamente. La muerte no es la solución. La solución es mirar las cosas de un modo positivo. Debe insistirse, una y otra vez, en que la esperanza existe, que es razonable y segura, que las cosas pueden mejorar, que podemos tomar buenas decisiones. “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte”, dijo Leonardo Da Vinci (1452-1519) Pintor, escultor e inventor italiano.
Julio César Cháves. Escritor78@yahoo.com.ar
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