“La catástrofe verdadera es la perspectiva de idiotización, deshumanización y manipulación total del hombre”, escribió Herbert Marcuse.
Indudablemente en este siglo veintiuno estamos más expuestos a la alienación y manipulación como nunca antes en la historia de los medios masivos de comunicación. Los individuos nuestra urbe yacen influencias por mensajes publicitarios frívolos, cosificadores, utilitaristas, idiotizadores. Caminamos como marionetas, controladas por hilos que en este caso los manejan los publicistas. Somos ciegos que consumimos cosas que no necesitamos realmente. Consumimos elementos inútiles que nos mandan por correo si llamamos ya. Consumismos porquerías para adelgazar que lo único que nos ofrecen es la pérdida de la salud. Consumismos cremas para volvernos eternamente jóvenes y terminamos siendo más viejos que nunca, las arrugas se multiplican como mosquitos de verano. Las publicidades son mensajes subjetivos que imponen modas, estilos de vida, ideas absurdas, ilusiones sin sentido, vulgaridad, esteticismo trucho, y un sin fin de cosas que para lo único que sirven es para tirar a la basura. Ciertamente nadamos cotidianamente en un fango de putrefactas compensaciones y valores inferiores. El anhelo de presunción, vanidad, ostentación y fanfarria, hacen que los televidentes compren lo que no quieren comprar y sean víctimas de víctimarios oportunistas que les meten las manos en los bolsillos impunemente. Los irracionales consumidos no diferencian entre ilusión y realidad, ofuscando su libertad de elegir, siendo manejados por mensajes sobre el éxito financiero que no produce ningún tipo de bienestar emocional y psicologico. ¡Estúpidas compensaciones! ¡Las apariencias engañan!
Si uno consume el producto al instante todos van en el mismo camino. Lo que hacen con las imágenes bien editadas es engañar la razón para llegar detrás de nuestra razón, consiguiendo de nuestro inconciente lo que no pueden conseguir de nuestros pensamientos. Las publicidades nos venden una virtual satisfacción de nuestros deseos más íntimos. Se pueden proyectar a través de la tele imágenes tan rápidas que ni nos damos cuenta de lo que se ha tragado nuestra mente. Entonces no hay duda de que somos víctimas de víctimarios que nos quieren vender coca cola, cigarrillos, autos, máquinas para adelgazar y un montón de tonterías. A este respecto, Wilson B. Key, quien tiene amplia experiencia con los Mass Media y que ha sido ejecutivo de publicidad y profesor de estudios sobre la comunicación en las universidades de Denver, Kansas, Boston, Puerto Rico y Western ontario, en su ensayo Seducción subliminal, cuenta: “¿Cuántas veces, después de ver un programa de televisión favorito o de leer una revista que siempre compra, siendo usted la compulsión de a acudir a un centro comercial? Esto sucede porque la publicidad actual cuenta con recursos efectivos jamás imaginados, desde su aplicación desde el principio de que el pensamiento es más veloz que la luz, hasta los avances más insospechados del diseño electrónico. De todo ello se vale la llamada Publicidad subliminal, que consiste en emitir un mensaje que se capta, pero que no se advierte conscientemente. Los medios de comunicación han probado con claridad por sí mismos ser socialmente irresponsables y engañados sin remedio por su propia avaricia…”.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
Indudablemente en este siglo veintiuno estamos más expuestos a la alienación y manipulación como nunca antes en la historia de los medios masivos de comunicación. Los individuos nuestra urbe yacen influencias por mensajes publicitarios frívolos, cosificadores, utilitaristas, idiotizadores. Caminamos como marionetas, controladas por hilos que en este caso los manejan los publicistas. Somos ciegos que consumimos cosas que no necesitamos realmente. Consumimos elementos inútiles que nos mandan por correo si llamamos ya. Consumismos porquerías para adelgazar que lo único que nos ofrecen es la pérdida de la salud. Consumismos cremas para volvernos eternamente jóvenes y terminamos siendo más viejos que nunca, las arrugas se multiplican como mosquitos de verano. Las publicidades son mensajes subjetivos que imponen modas, estilos de vida, ideas absurdas, ilusiones sin sentido, vulgaridad, esteticismo trucho, y un sin fin de cosas que para lo único que sirven es para tirar a la basura. Ciertamente nadamos cotidianamente en un fango de putrefactas compensaciones y valores inferiores. El anhelo de presunción, vanidad, ostentación y fanfarria, hacen que los televidentes compren lo que no quieren comprar y sean víctimas de víctimarios oportunistas que les meten las manos en los bolsillos impunemente. Los irracionales consumidos no diferencian entre ilusión y realidad, ofuscando su libertad de elegir, siendo manejados por mensajes sobre el éxito financiero que no produce ningún tipo de bienestar emocional y psicologico. ¡Estúpidas compensaciones! ¡Las apariencias engañan!
Si uno consume el producto al instante todos van en el mismo camino. Lo que hacen con las imágenes bien editadas es engañar la razón para llegar detrás de nuestra razón, consiguiendo de nuestro inconciente lo que no pueden conseguir de nuestros pensamientos. Las publicidades nos venden una virtual satisfacción de nuestros deseos más íntimos. Se pueden proyectar a través de la tele imágenes tan rápidas que ni nos damos cuenta de lo que se ha tragado nuestra mente. Entonces no hay duda de que somos víctimas de víctimarios que nos quieren vender coca cola, cigarrillos, autos, máquinas para adelgazar y un montón de tonterías. A este respecto, Wilson B. Key, quien tiene amplia experiencia con los Mass Media y que ha sido ejecutivo de publicidad y profesor de estudios sobre la comunicación en las universidades de Denver, Kansas, Boston, Puerto Rico y Western ontario, en su ensayo Seducción subliminal, cuenta: “¿Cuántas veces, después de ver un programa de televisión favorito o de leer una revista que siempre compra, siendo usted la compulsión de a acudir a un centro comercial? Esto sucede porque la publicidad actual cuenta con recursos efectivos jamás imaginados, desde su aplicación desde el principio de que el pensamiento es más veloz que la luz, hasta los avances más insospechados del diseño electrónico. De todo ello se vale la llamada Publicidad subliminal, que consiste en emitir un mensaje que se capta, pero que no se advierte conscientemente. Los medios de comunicación han probado con claridad por sí mismos ser socialmente irresponsables y engañados sin remedio por su propia avaricia…”.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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