domingo, 18 de marzo de 2007

Revalorizando la noción de respeto.

El respeto establece fronteras. Estas fronteras no separan ni aíslan, sino que son puntos de contacto capaces de unir estrechamente a las personas, aunque sin dejar de guardar individualidades. El respeto por sí mismo representa una forma de buena conducta y buen trato por parte de un individuo hacia otro. La palabra respeto proviene etimológicamente del latín “Respéctus” y quiere decir: Veneración, miramiento, reverencia, consideración.
Si todos los que tienen relaciones conflictivas pusieran en práctica ese respeto y trataran con prudencia y ternura a los demás; podrían comprobar cómo se transforma casi mágicamente el clima en tales relaciones, con lo cual se logra que desaparezcan las actitudes crispadas y lo enojos para dar lugar a un prudente acercamiento, a un cálido entendimiento y a una amorosa comprensión. Esta constructiva transformación, lejos de beneficiar y hacer sentir felices a quienes son objeto de nuestro respeto, beneficiará y hará radicalmente dichosos también a los que hayan decidido poner en práctica esta olvidada virtud, que no tiene porqué expresarse con un trato frío y lejano. Al contrario. El respeto debemos evidenciarlo con exaltadas muestras de amor. Así, tener un comportamiento constructivo con la gente y dispensar un trato cariñoso y lleno de respeto, nos hace sentir la inefable sensación de ser buenos. Creo que esto no hay que desaprovecharlo, ya que bien vale la pena. Cicerón dijo: “Un caballero se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus hechos”.
Hay personas que no son amantes de respetar a los demás, pero, paradójicamente, pretenden ser respetados. Notablemente, estos individuos, pretenden poner el caballo detrás del carro, aspirando a gozar de algo que no se han ganado. El tuteo indiscriminado es una falta de respeto. El respeto siempre debe crear fronteras que nos permitan conocernos, convivir e interactuar con consideración, miramiento y reverencia. A todos nos agrada ser bien tratados, ser saludados agradablemente, gozar de gestos afables. Pero el problema estriba en que lograr ser respetados demanda tiempo y esfuerzo. Todas nuestras acciones, nuestras actitudes y nuestras buenas costumbres hacen que nos respeten y nos traten con especial consideración, pero obviamente que hay que mantener estas buenas cualidades durante toda la vida. Esto exige perseverancia y esfuerzo. Nadie que esté en su sano juicio, por haber plantado un naranjo hoy, puede pretender comer naranjas mañana. Es obvio…
El respeto es una condición básica para lograr relaciones interpersonales constructivas. Tener respeto por todas las personas, muy lejos de disminuir a los demás, los enaltece, los hace sentir bien, los hace sentir razonablemente felices. La sociedad contemporánea tiende hacia una entropía, hacia una tergiversación de los valores que implica diferencias entre los seres humanos. Hace muchos años, Discépolo nos decía: “Todo es igual, nada es mejor…”. Lo cierto es que pensar así es una característica de los mediocres, de los ignorantes. Pasa esto, porque muchos individuos, al saberse incapaces de amar y de mostrar respeto, pretenden bajar a los que están arriba hasta el modesto nivel de mediocridad en el que ellos habitan.
No cabe duda, pues, de que necesitamos revalorizar y rescatar del olvido la noción del respeto, pues sin respeto, lo único que existe son tuteos indiscriminadamente frívolos, miradas confianzudas, y palabritas irrespetuosas, etc. Esto no debe ser así, ya que la ausencia total de respeto es la columna vertebral de las sociedades decadentes, donde impera una opulenta mediocridad.
Julio C.Cháves

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