
“Pensar es el trabajo más duro que hay, lo que quizás sea la razón por la que tan poca gente se compromete en ello”.
Henry Ford.
Lo que somos es producto directo de lo que pensamos. Si nuestro pensar es mediocre nuestra vida será mediocre. Saber mucho lo es lo mismo que pensar. Pensar es pesar las cosas. Pensar requiere dejar de darle importancia a lo que sabemos y estar dispuestos a aprender de nuevo. Pensar no tiene nada que ver con la memoria. En la memoria yacen los pensamientos acumulados, las ideas, los datos acumulados. La memoria es lo que aprendimos. Pensar no es recordar lo que ya sabemos, pensar es empezar a aprender desde cero, como si no tendríamos nada de conocimientos. En el cuento de Borges “Funes el memorioso”, se cuenta la historia de un tal Ireneo Funes, un individuo con una memoria cronométricamente infalible. “En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino de las veces que la había percibido o imaginado”. Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Era el solitario y lucido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso”. Únicamente cuando dormía se distraía del mundo. “Había aprendido sin esfuerzo el ingles, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”.
Funes no pensaba porque era victima de su memoria. Sabía demasiado y recordaba demasiado. Por eso no era capaz de pensar. Pensar requiere olvidar lo que sabemos. Funes era incapaz de olvidar los detalles, las formas, los colores. Su memoria lo torturaba insoportablemente. Pensar, pensar, actuar aprendiendo, es una manera de ir hasta el fondo de uno mismo. Nuestro mundo está sobresaturado de información. Esa información impide pensar. Si queremos vivir con plenitud debemos encontrar en el pensamiento nuestra guía para la acción. En nuestra sociedad sin rumbo y trepidante, debemos olvidar nuestros conocimientos para estar despiertos intelectualmente. Debemos hacernos preguntas. Las preguntas conducen el pensamiento. Richard P. Feyman, premio Novel de Física, dijo: “Me pregunto por qué. Me pregunto por qué. Me pregunto porque me pregunto. Me pregunto por qué me pregunto por qué. ¡Me pregunto por qué me pregunto!”.
Si vivimos de memoria la rutina nos matará. Matará nuestra vida. Existiremos sin sentido. Pero si pensamos, lograremos vencer a la rutina. Hay que meditar, reflexionar, medir y pensar las cosas con la mente. Hay que ver las cosas desde diferentes puntos de vista, hay que hacerse preguntas constantemente, siempre olvidando los datos almacenados en la memoria. La persona inteligente es la que puede verle una cosa distinta, una y otra vez, a la que ha visto. Sabiduría es olvidar, es volver a aprender, es volver a buscar, es volver a masticar y digerir, la realidad multiforme que nos rodea. Eso es pensar, es dejar la memoria a un lado. Rudyard Kipling, de modo poético, explica respecto a las preguntas básicas del pensamiento despierto: “Sus honrados servidoras me enseñaron cuanto sé, sus nombres son: cómo, cuanto, cuando, donde, qué, quien y por qué”.
Julio C. Cháves
Henry Ford.
Lo que somos es producto directo de lo que pensamos. Si nuestro pensar es mediocre nuestra vida será mediocre. Saber mucho lo es lo mismo que pensar. Pensar es pesar las cosas. Pensar requiere dejar de darle importancia a lo que sabemos y estar dispuestos a aprender de nuevo. Pensar no tiene nada que ver con la memoria. En la memoria yacen los pensamientos acumulados, las ideas, los datos acumulados. La memoria es lo que aprendimos. Pensar no es recordar lo que ya sabemos, pensar es empezar a aprender desde cero, como si no tendríamos nada de conocimientos. En el cuento de Borges “Funes el memorioso”, se cuenta la historia de un tal Ireneo Funes, un individuo con una memoria cronométricamente infalible. “En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino de las veces que la había percibido o imaginado”. Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Era el solitario y lucido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso”. Únicamente cuando dormía se distraía del mundo. “Había aprendido sin esfuerzo el ingles, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”.
Funes no pensaba porque era victima de su memoria. Sabía demasiado y recordaba demasiado. Por eso no era capaz de pensar. Pensar requiere olvidar lo que sabemos. Funes era incapaz de olvidar los detalles, las formas, los colores. Su memoria lo torturaba insoportablemente. Pensar, pensar, actuar aprendiendo, es una manera de ir hasta el fondo de uno mismo. Nuestro mundo está sobresaturado de información. Esa información impide pensar. Si queremos vivir con plenitud debemos encontrar en el pensamiento nuestra guía para la acción. En nuestra sociedad sin rumbo y trepidante, debemos olvidar nuestros conocimientos para estar despiertos intelectualmente. Debemos hacernos preguntas. Las preguntas conducen el pensamiento. Richard P. Feyman, premio Novel de Física, dijo: “Me pregunto por qué. Me pregunto por qué. Me pregunto porque me pregunto. Me pregunto por qué me pregunto por qué. ¡Me pregunto por qué me pregunto!”.
Si vivimos de memoria la rutina nos matará. Matará nuestra vida. Existiremos sin sentido. Pero si pensamos, lograremos vencer a la rutina. Hay que meditar, reflexionar, medir y pensar las cosas con la mente. Hay que ver las cosas desde diferentes puntos de vista, hay que hacerse preguntas constantemente, siempre olvidando los datos almacenados en la memoria. La persona inteligente es la que puede verle una cosa distinta, una y otra vez, a la que ha visto. Sabiduría es olvidar, es volver a aprender, es volver a buscar, es volver a masticar y digerir, la realidad multiforme que nos rodea. Eso es pensar, es dejar la memoria a un lado. Rudyard Kipling, de modo poético, explica respecto a las preguntas básicas del pensamiento despierto: “Sus honrados servidoras me enseñaron cuanto sé, sus nombres son: cómo, cuanto, cuando, donde, qué, quien y por qué”.
Julio C. Cháves
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