jueves, 8 de marzo de 2007

Los pobres, entre la resignación y la desigualdad de oportunidades.


En la avenida Alsina dos chicos estaban revolviendo bolsas de basura. Otro chico estaba vendiendo pasteles y churros con el fin de ganarse el sustento diario y de este modo ayudar a sus padres. Enfrente de la plaza Belgrado un adolescente estaba juntando cartón con su padre. Una chica de apenas trece años junto a un niño de ocho venden de casa en casa condimentos y trapos de pisos para cubrir necesidades básicas. Estos chicos viven entre nosotros…

Este artículo es el relato de la batalla desde la propia trinchera, cuando la furia del combate diario demanda sudor y lágrimas. Hoy, aquí y ahora, la realidad nos aplasta con sus ejemplos jerarquizantes. Nadie es igual a nadie. Uno es elevado y otro es inferior. Uno tira la basura y el otro la recoge. Por supuesto, según el pode adquisitivo de cada uno, se puede decir que uno es rico y el otro pobre. Sí, sé que es obvio. Pero lo digo por las dudas ya que el silencio transmite complicidad o resignación, nunca virtud. “Se piensa que lo justo es lo igual, y así es; pero no para todos, sino para los iguales. Se piensa por el contrario que lo justo es lo desigual, y así es, pero no para todos, sino para los desiguales”, dijo
Aristóteles

La disponibilidad de lo mínimo esencial para la vida desempeña un rol vital en el desarrollo de la personalidad y la moralización de las personas. La disponibilidad de alimentos, atención médica y la contención psicológica, educación y vivienda tienen que disponerse de modo tal que los ciudadanos más necesitados puedan acceder a ellos. Claro que la satisfacción de estas necesidades debe implicar alguna habilidad o trabajo personal, ya que la ayuda sin pedir superación personal por parte de los ciudadanos particulares puede desarrollar la psicología de la ociosidad.
La cooperación entre los ciudadanos apunta a ampliar la unidad social mediante el derribar una y otra vez las individuales barreras de mezquindad. El esfuerzo concertado en cubrir las necesidades básicas de los que menos tienen conduce al progreso social.
La falta de unidad y solidaridad entre los miembros de la comunidad supone individualismo, lo cual alimenta la anarquía y las conductas antagónicas. Para dignificar la ciudadanía deben ser garantizados los requerimientos básicos, también se deben dar oportunidades para que los miembros constituyentes de la sociedad puedan explotar sus potencialidades. Generando trabajo e inclusión social se moraliza y dignifica los diferentes sectores sociales.
José Ortega y Gasset en su obra Meditación del pueblo joven y otros ensayos sobre América, dice que “la moral no es una performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando esta en su propio quicio y vital eficiencia. Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no esta en posesión de si mismo, que esta fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida y por ello no crea ni fecunda. La moral no es lo que el hombre debe ser, pero por lo visto puede prescindir de ser, sino que es simplemente el ser inexorable de cada hombre, de casa pueblo…”.
La justicia social y la igualdad de oportunidades se refieren conceptualmente a la moralización de los ciudadanos, esto es la garantía de la democracia. En síntesis, todo trato desigual es injusto; en resumidas cuentas la justicia social es un imperativo ético, político y jurídico del estado, además de un deber moral de los ciudadanos. “Cada uno de nosotros sólo será justo en la medida en que haga lo que le corresponde”, afirmó
Sócrates.

Todos los pueblos necesitan fortalecer los mecanismos de justicia social para garantizar las libertades humanas, con marcos jurídicos, instituciones y políticas económicas y sociales propicias; no basta en efecto con la mera legislación política sino que todos los ciudadanos deben contribuir a la unidad social. Los políticos y los miembros de las instituciones públicas y privadas deben dejar de debatir etiquetas, clichés o modelos económicos, deben discutir con objetividad los problemas de la gente común y procurar soluciones y no inútiles teorías. La justicia social quiere decir oportunidades para todos, procurando activamente la igualdad y la equidad. Quizá estoy loco al escribir estas líneas, pero simplemente debo hacer catarsis y decir lo que pienso. Sé que lo que yo diga no va a mejorar nada. Bueno, al menos tengo la esperanza de que alguien se compadezca de mí y sea un poco más justo con los demás. Me estoy desahogando pues el fuego del cuestionamiento y la reflexión personal sé que me llevaran esta vez a buen puerto. Los que aman la democracia entienden lo que digo. Albert Camus dijo: “Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad fracasa en todo”.

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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