viernes, 16 de marzo de 2007

La rebeldía es una fuerza ciega que destruye.


La rebeldía es una fuerza ciega que destruye. Nos aleja de dios, de nosotros mismos y de los demás. Ser rebelde es igual a estar en rebeldía contra nosotros mismos. La rebeldía pone al descubierto la inmadurez humana. Los rebeldes hacen primero y luego piensan. La rebeldía es egoísmo irresponsable. Los rebeldes son seres solitarios, pues el egoísmo de pensamiento conduce a estos individuos al aislamiento y la frustración. El rebelde es indiferente con su propia vida. Se subleva contra sí mismo, pues aleja la felicidad y el contacto humano de sí. El rebelde es la victima de su propia rebelión. Un rebelde es indócil, duro, tenaz. No sabe lo que quiere ni hacia donde va. No sabe lo que quiere. Por eso no puede ser feliz.
Un rebelde no ha podido descubrir el sentido de la vida. Se halla en un estado puro de soledad. Esta suelto, pero es esclavo de “su” no saber a donde ir. Antihumanidad y rebeldía son lo mismo. Alineación y rebeldía, también. Los rebeldes son los que han construido una sociedad displicente, irresponsable y decadente. Los rebeldes no saben amar y no saben lo que es ser amados. Los rebeldes son esclavos de su propia intranquilidad interior, son esclavos de su desamor y resentimiento. El Dr. Hill y Gram. Dijeron: “La Biblia dice que el hombre es naturalmente rebelde. ¡La primera rebelión de la historia tuvo lugar en el jardín del Edén, donde el ambiente era perfecto, y no se podía culpar de ella a la ley de la herencia!”.
Fuimos creados para vivir en sociedad. Dios nos creo con la necesidad inherente de amar y ser amados. Por tanto, cuando una persona no ama y no se deja amar, por causa de su rebeldía contra todo lo establecido, por las leyes morales, es portadora de infelicidad y odio a su propia persona. La rebeldía produce seres humanos frustrados, cansados de la vida que se arruinan a sí mismos y que arruinan también a los demás. Amar es imprescindible si queremos ser verdaderamente felices. La vida de los rebeldes está compuesta de tedio y ansiedad. Los rebeldes siembran la maldad porque están desintegrados moralmente, es decir: han dejado de lado a dios y el bien moral. Los seres humanos viven rebelándose contra Dios. Dios en su palabra dice que hagan una cosa y los hombres hacen todo lo contrario. Los rebeldes son esclavos del dios de este siglo, Satanás. Un rebelde cree que está haciendo su voluntad, pero en realidad está haciendo la voluntad del diablo. 1 de Juan 2: 16-17 dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.
La sociedad se ha tornado un ambiente psicodélico que promueve el espíritu de rebelión. Los hombres actúan irracionalmente. Hacen y después, tarde claro, piensan. De ahí el origen de tanta angustia colectiva. La arrogancia produce inseguridad. La rebeldía produce seres infelices. Y el egoísmo produce aislamiento y soledad intensa. Ahora bien, no cabe duda que necesitamos una liberación. Y esa liberación únicamente se halla en Cristo. Cristo es el camino a la liberación interior. El puede erradicar la rebeldía de nuestro corazón. El pecado es lo que engendra rebelión que nos controla, debemos lidiar contra el pecado en nuestra vida. ¿Cómo lo hacemos? Es simple. Entregando nuestra vida de modo integro a Jesús. 1 Juan 3:8-9 nos dice: “Para esto apareció el Hijo de Dios, no practica el pecado, porque a simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. ¡Jesús, el Hijo de Dios, es el único que puede librarnos de la rebeldía!

Julio C. Cháves.

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