viernes, 16 de marzo de 2007

La capsula del tiempo y el rico necio.


En el museo de historia Natural de la ciudad de Nueva York, el 23 de septiembre de 1938, fue depositada, en una de las más amplias salas del museo, “La cápsula del tiempo”. Este artefacto, que llama la atención de todo visitante, contiene dentro de ella: Un teléfono, engranajes, diversos tipos de minerales, lentes, cepillos de dientes, una plancha, un tirabuzón, semillas, varios libros, una Biblia, y un buen número de rollos de microfilms que ilustran los procesos de la ciencia, de las industrias y de las artes. Dicha extraña cápsula, fue destinada a permanecer herméticamente cerrada hasta el año 6939, para que entonces, al ser abierta, fuera un testimonio documental, ante la generación del siglo 70, de los exponentes de nuestra actual civilización.
En el mundo, hay muchos individuos que se creen dueños del tiempo, como se lo creyeron los que idearon “La cápsula del tiempo”. Los hombres planifican y organizan sus vidas en torno a ideales autosuficientes como si fueran omniscientes y supieran cuantos días de vida les depara el destino. Muchos, jactándose, argumentan: “Tengo dinero, tengo salud, tengo una hermosa familia, que por supuesto no está mal, y por eso, soy dueño de una larga y fructífera existencia sobre la tierra”. ¿Se engaña quien piensa de este modo? Claro que sí, pues el único que entiende y lo sabe todo, es Dios.
Ahora, pues, quiero contarte la historia de un individuo que se vanagloriaba por tenerlo todo. Lucas 12:16-21 nos cuenta: “La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quien será? Así es e l que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. Son necias las personas que se creen dueñas del tiempo. Por supuesto que sí.
El rico necio de esta historia se creía dueño del tiempo, él creía que tenía una larga vida por delante, pero Dios le dijo que ese mismo día moriría. Yo creo que él único que es dueño del tiempo es Dios. Dios controla el tiempo. Los individuos que se creen dueños del tiempo, viven erráticamente. Una señora de más de 60 años, me dijo en cierta ocasión: “En la tierra estamos de paso…”. Hay personas que viven como si Dios, la eternidad, y la muerte no existieran. Es hora de que dejemos de engañarnos a nosotros mismos. Debemos recordar siempre que él único dueño del tiempo es Dios y también debemos tener siempre presente que este mundo un día llegará a su fin. La segunda epístola de Pedro nos cuenta: “Pero el día del señor vendrá como ladrón en la noche: en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. (2 Pedro 3:10).
El mundo del tercer milenio se jacta de todas sus conquistas científicas y técnicas; la humanidad se jacta por sus ingenios modernos, por sus adelantos en la cirugía y la medicina. Es verdad que la ciencia ha prolongado la vida de millones de personas en todo el mundo, pero también es verdad que todavía no ha encontrado la formula mágica para erradicar de la humanidad a la muerte de un modo definitivo. Es verdad, vivimos en un mundo sofisticado y tecnológico, pero también es verdad que vivimos en un mundo triste y vació, en un mundo infeliz que no tiene paz y que se cree dueño del tiempo como si fuera el creador.
Actualmente, en el planeta reina el miedo y la angustia, la incertidumbre y la angustia social. Son muy pocas las personas verdaderamente felices. Son muy pocos los individuos que tienen paz en sus corazones.¿Por qué? Reina el espanto por que las personas se han olvidado de su creador. A esto se debe el sufrimiento de todos los continentes. La humanidad existe bajo el signo del espanto y de la muerte. Esta es la realidad. ¿De qué sirve engañarnos? La angustia y el vació de los seres humanos se debe al alejamiento de Dios. Con el sólo hecho de salir a la calle y ver el rostro de la gente, me doy cuenta de algo muy relevante: Las personas necesitan, de modo urgente, a Dios. Isaías 55:6 nos advierte: “¡Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano!”.

Julio C. Cháves.

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