viernes, 9 de marzo de 2007

La precaución, la experiencia y la vida.


“El que vive en una casa de cristal no debe tirar piedras”. Proverbio Ingles.



Únicamente en la escuela de la experiencia aprendemos lo que es la sabiduría práctica. La experiencia la adquirimos al mantener un íntimo contacto con la realidad. El carácter de una persona adquiere valor cuando permanece firme en el mundo del trabajo, de las luchas cotidianas. Cuando alguien es capaz de soportar el desgaste de la vida es cuando realmente está adquiriendo una buena experiencia de vida. Participar en lo social es adquirir experiencia. Repito, únicamente mezclándose en la diaria vida de la sociedad podemos adquirir el adecuado conocimiento práctico y aprender la sabiduría práctica, la sabiduría de la vida.
Si somos sabios debemos adquirir conocimiento todo el tiempo, debemos mezclarnos con los demás, aprendiendo y solicitando la ayuda de los demás. Hay que mantenerse abierto, observando, aprendiendo de los individuos más sabios y más experimentados que uno. Cuando nuestra sabiduría se ha elaborado en el campo de la experiencia nos esforzamos por juzgar correctamente las cosas que caen dentro de nuestro círculo de observación, lo cual constituye el lema cotidiano de nuestra pertinente sabiduría práctica. De hecho, lo que usualmente llamamos sentido común no es más que la experiencia sabiamente aplicada. Obviamente, desarrollar un sabio e inteligente sentido común lleva tiempo ya que la experiencia se adquiere a través del paso del tiempo. Al fin y al cabo, la vida es tiempo en movimiento.
Los beneficios de la experiencia son innumerables. Si una persona valora la experiencia aprovecha el tiempo para ser precavida, desarrollando su disciplina tanto en lo sentimental como en lo intelectual. Si somos inteligentes podemos darnos cuenta a simple vista que la experiencia es portadora de todo tipo de circunstancia. Hay circunstancias alegres y también están las tristes. A medida que los años pasan vamos comprendiendo y entendiendo que la vida es una mezcla de tormentas y días soleados, de panoramas felices como de panoramas nefastos y oscuros. Si deseamos vivir una vida inteligente debemos aprovechar todas las oportunidades para aprender. Debemos desarrollar nuestro valor, y el dominio de un o mismo. Debemos conservarnos íntegros y humildes en medio de la prosperidad, prestando oído a la experiencia que nos dice que también existen los días de escasez. Debemos aprender del sufrimiento y la adversidad. Debemos tener paciencia cuando llueve porque la experiencia nos enseña que siempre que llovió paró y después de la tormenta siempre salió el sol. Finalmente Quevedo reflexiona: “¡Ah de de la vida! Nadie me responde. ¡Aquí de los años que he vivido! La fortuna mis tiempos ha mordido, las horas mi locura las esconde”.

Julio C. Cháves.

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