jueves, 8 de marzo de 2007

La mujer de un marido y tres amantes.


Hablo por vía telefónica con el conductor de un conocido programa de televisión sobre sus múltiples relaciones. Confesó que es de Chacabuco, que tiene un marido y tres amantes. Dijo que tiene ojos verdes, se describió físicamente atractiva y hasta se dio el lujo de decir que le fascina disponer de cuatro hombres. Busca sentirse valorada y deseada fuera de su hogar y no lo hace con uno sino con tres amantes. En esta nota vamos a analizar el fenómeno de las mujeres infieles.


La experta Drina Krstulovic, terapeuta del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile, sostiene que la infidelidad crece porque el amante hace sentir vigente a la mujer, que encuentra en él la comprensión y atención generalmente ausente en el hogar, según publica el diario LUN.
Si una mujer no encuentra lo que necesita en su pareja lo encontrará afuera. Cuando la mujer adopta la idea de tener un amante es porque en la pareja esta en pelo cortocircuito. Y si una mujer tienen más de un amante es porque realmente esta sumida en graves problemas emocionales o quizá, no digo que sea verdad, que lucre con su comportamiento.
Claro que muchas veces el problema no se encuentra en el marido sino en la infiel ya que no puede ni quiere conformarse con un solo hombre. Pero más allá de los problemas de la pareja, cuando uno de los dos, y en este caso, sería la mujer infiel, engañar es una forma de despreciar al que se tiene al lado. Cuando se ha dejado de respetar y amar al otro se lo engaña y hasta se llama a algún programa de televisión y se cuenta la historia como su fuese un acto de una heroína. La realidad es que esta mujer es esclava de sus delirios y falta de autovaloración.
Los animales son polígamos. Viven por instinto. Uno en la calle puede ver como los perros corren tras la perra alzada. Lo mismo pasa con las mujeres y hombres que andan con más de una persona, están viviendo puramente por instinto, olvidando completamente su racionalidad. Se decía que únicamente los hombres eran infieles pero la realidad es que las mujeres están a par de los hombres. Hace poco terminé leer un libro de la autora española Rosa Montero donde la autora habla de las mujeres infieles.
“La infidelidad de la mujer es un tema complejo y profundo al que la voz del varón ha dotado, a lo largo de la historia, de unos significados muy precisos. Pero, más allá de los prejuicios machistas, en la infidelidad, sea de mujeres o de hombres, se juegan muchas otras cosas; sobre todo, me parece, el deseo o el sueño de ser otro.
Quien no ha sido infiel alguna vez en su vida, por lo menos mentalmente, imaginariamente. Quien no se ha proyectado en el amor de otro, y, por consiguiente, en el diseño deslumbrante de una vida nueva. La ambición de tener lo que no tenemos y ser lo que no somos forma parte sustancial del ser humano; y la infidelidad, por lo tanto, también”, dice Rosa Montero al referirse a su libro. Y sí, las mujeres pueden ser terriblemente infieles.
Jamás dejo de preguntarme por qué pasan algunas cosas. Pero pasan y nos hacen reflexionar sobre nuestra falta de amor. Quizá las causas de la infidelidad de las mujeres sea culpa nuestra, de los hombres. No lo sé, quizá algunas lo hagan por placer, porque les gusta el sexo, porque con un hombre no les alcanza. En realidad la infidelidad es la señal tangible de que las cosas no funcionaron entre un hombre y una mujer y sólo ellos saben quien es el culpable de tal circunstancia.
“Uno de los argumentos más utilizados, dijo una escritora desconocida, alrededor del mundo para desacreditar al amor es que existe el divorcio. Está bien, existe, como también existe la goma de borrar o la opción de salir de un programa sin guardar los cambios. La mayoría de la gente, cuando se casa, está convencido de que aquello va a funcionar (el que se casa pensando lo contrario es bien pendejo en casarse) y a veces, a pesar de nuestros esfuerzos, las cosas no funcionan. Es parte del riesgo. A veces no es culpa de nadie, a veces culpa de uno u otro, o de ambos, pero el asunto es que se vale equivocarse. También se vale rectificar. Y no hay por qué avergonzarse”. Y sí, las costumbres cambian, la gente cambia y deja de amar. A cualquiera le puede pasar.
Únicamente el que esta libre de pecado puede tirarle piedras al prójimo…


Julio César Cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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