No nacemos. En realidad nos vamos haciendo. Las personas no se comportan de una manera predeterminada y tienen un día fijado donde van a morir. Nos vamos haciendo entre senderos que se bifurcan. Nada es azar. Nada sucede porque si. Todo tiene un propósito de ser, de existir. Con decisiones vamos configurando nuestras vidas, nos vamos esculpiendo a nosotros mismos. No somos robot que transitamos la realidad mecánicamente. El comportamiento de una persona esta condicionado por los pensamientos que cultiva. Nuestro destino no esta determinado, somos seres indeterminados. Disponemos de libre albedrío, de libertad, elegimos, aceptamos y renunciamos a muchas cosas. La vida es un camino zigzagueante. No es fácil caminar, tampoco es difícil, simplemente hay que pensar antes de actuar. Los pensamientos son la antesala de la acción.
Las bestias viven por instinto, se puede decir que viven determinadamente. En cambio, nosotros los seres humanos vamos dándonos forma y vamos improvisando respuestas a las preguntas que se nos presentan, algunas veces encontramos las respuestas tan tardíamente que cambian las preguntas nuevamente y tenemos que volver a empezar. Las bestias mueren y no se percatan en que consiste dejar de vivir. No se hacen preguntas existenciales, simplemente viven hasta que sus cuerpos dejan de funcionar, y su corazón deja de latir. Pero nosotros somos conscientes del paso del tiempo, envejecemos y sabemos que algún día tendremos que lidiar con el enemigo llamado muerte. Dios creó este mundo con leyes, leyes que rigen el universo, el mundo, nuestras vidas. Si quebrantamos esas leyes funcionamos mal o dejamos de funcionar. Hay causas. Hay efectos. Hay comportamientos. Hay bondad. Y hay maldad. Y simplemente debemos elegir entre alternativas, entre diversos caminos. Los caminos trillados no existen. Hay que trillarlos, trabajarlos. Y sembrar las semillas que elijamos. “La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo”, sentenció Galileo Galilei.
Reinhol Nieburhr, principal teólogo protestante norteamericano de los cuarenta y cincuenta, escribió al referirse a las camaleónicas cosas de la vida una famosa oración que el grupo de Alcohólicos Anónimos adoptó como lema: “Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para conocer la diferencia”. Aunque somos quienes nos vamos esculpiendo nosotros mismos debemos tener en cuenta que tendremos que lidiar con eventos, circunstancias que muchas veces se nos escaparan de las manos como agua entre los dedos. Cuando uno se cree más seguro y cree que lo tiene todo bajo control, entonces suceden imprevistos. Vamos aprendiendo. Con sabiduría y valentía vamos viviendo. Shakespeare dijo que el conocimiento se debe a experiencias sangrientas. La sabiduría proviene tanto de las buenas como de las malas experiencias. De todo podemos aprender. Y de todo podemos sacar enseñanzas que nos ayudan a esculpirnos a nosotros mismos. “No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer”, dijo Johann Wolfgang Goethe.
Julio César Cháves escritor@yahoo.com.ar
Las bestias viven por instinto, se puede decir que viven determinadamente. En cambio, nosotros los seres humanos vamos dándonos forma y vamos improvisando respuestas a las preguntas que se nos presentan, algunas veces encontramos las respuestas tan tardíamente que cambian las preguntas nuevamente y tenemos que volver a empezar. Las bestias mueren y no se percatan en que consiste dejar de vivir. No se hacen preguntas existenciales, simplemente viven hasta que sus cuerpos dejan de funcionar, y su corazón deja de latir. Pero nosotros somos conscientes del paso del tiempo, envejecemos y sabemos que algún día tendremos que lidiar con el enemigo llamado muerte. Dios creó este mundo con leyes, leyes que rigen el universo, el mundo, nuestras vidas. Si quebrantamos esas leyes funcionamos mal o dejamos de funcionar. Hay causas. Hay efectos. Hay comportamientos. Hay bondad. Y hay maldad. Y simplemente debemos elegir entre alternativas, entre diversos caminos. Los caminos trillados no existen. Hay que trillarlos, trabajarlos. Y sembrar las semillas que elijamos. “La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo”, sentenció Galileo Galilei.
Reinhol Nieburhr, principal teólogo protestante norteamericano de los cuarenta y cincuenta, escribió al referirse a las camaleónicas cosas de la vida una famosa oración que el grupo de Alcohólicos Anónimos adoptó como lema: “Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para conocer la diferencia”. Aunque somos quienes nos vamos esculpiendo nosotros mismos debemos tener en cuenta que tendremos que lidiar con eventos, circunstancias que muchas veces se nos escaparan de las manos como agua entre los dedos. Cuando uno se cree más seguro y cree que lo tiene todo bajo control, entonces suceden imprevistos. Vamos aprendiendo. Con sabiduría y valentía vamos viviendo. Shakespeare dijo que el conocimiento se debe a experiencias sangrientas. La sabiduría proviene tanto de las buenas como de las malas experiencias. De todo podemos aprender. Y de todo podemos sacar enseñanzas que nos ayudan a esculpirnos a nosotros mismos. “No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer”, dijo Johann Wolfgang Goethe.
Julio César Cháves escritor@yahoo.com.ar
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