domingo, 4 de marzo de 2007

El pantano del sufrimiento.


“La oscura morada del alma, rota y vencida, recibe la nueva luz por las grietas que el tiempo hizo”. La mayoría de las personas ven al sufrimiento como a algo desagradable, nefasto, negativo. Pero la realidad es que el sufrimiento es un maestro, tal vez un poco doloroso, pero que enseña más que muchos libros y buenos momentos. Si uno procura ver el mejor rostro del sufrimiento probablemente disfrutará mucho más de su vida. La adversidad pone a prueba nuestras vidas y nos convierte en seres más fuertes, decididos, sabios. Transitar por el pantano del dolor permite que nos despertemos de la inconciencia y vemos las cosas cotidianas con ojos renovados, llenos de la luz de la curiosidad y la inteligencia. Mezclándonos con lo cotidiano, zambulléndonos en nuestras relaciones interpersonales, en el trabajo, la familia, las amistades, y todo lo que nos rodea, desarrollamos un espíritu sociable, flexible, asertivo, pertinente, coherente. El pantano del sufrimiento constituye un buen estimulo para madurar y crecer como personas más integradas a los demás. Si fijamos nuestros ojos en el perfil positivo del dolor, juzgaremos correctamente los eventos cotidianos, sean buenos o malos, sacando provecho de nuestras elecciones, y separando a su vez lo accesorio de lo importante.
Vale decir que los genios se constituyen en medio del pantano del dolor. La voluntad se desarrolla en el campo de prueba. Las facultades del gladiador se hacen fuertes en la arena. Uno se hace un mejor ser humano en medio del sudor y las lágrimas. La virtud implica esfuerzo. La genialidad implica trabajo. El triunfo implica tesón. El gran escritor Jhon Milton decía que quien mejor puede sufrir, mejor puede hacer. “La vida, decía Goethe, es sufrimiento para todos nosotros. ¿Quién salvo Dios, podrá llamarnos a rendir cuentas? No permitamos que los reproches caigan sobre los que se fueron. Lo que debe preocupar a quienes sobreviven no es aquello en que fracasaron, ni lo que sufrieron, sino lo que hicieron”. Cuando pasemos por múltiples adversidades debemos procurar sacar lo mejor de nosotros mismos. Las lágrimas tienen la intensión de hacer crecer, de hacernos despertar. Sonreír después de sufrir es sonreír con más intensidad. Uno se da cuenta de lo que tiene al lado cuando lo pierde. El sufrimiento nos enseña el valor de las cosas esenciales, de aquello que no podemos ver a simple vista. Nadie esta exento de sufrir. De hecho, cuando creemos que lo tenemos todo controlado, es ahí cuando las cosas se salen de su cause. Gracias al sufrimiento surgen virtudes insospechadas. Las personas inteligentes no son triunfalistas ya que saben que en la vida no es todo color de rosa sino que surgen problemas, hay imprevistos. Podemos programar, planificar, organizarnos, pero siempre surgen imprevistos que cambian nuestros planes, nuestros proyectos. Cuando cree que tiene toda la salud del mundo de súbito aparece la enfermedad. Esto pasó en mi familia. Somos personas muy sanas, todos. Y un día se enfermó mi viejo y terminó en terapia intensiva. Gracias a Dios hoy esta bien y se recuperó pero eso me enseñó que lo que construimos durante toda la vida, de un día para otro lo podemos perder. Nadie tiene el control de todo. Existe la muerte y el dolor, la realidad es que ganamos pero a veces también perdemos. Y puede decir que es más lo que perdemos que lo que ganamos. ¡La vida es un camino zigzagueante!
“¿Qué es lo que produce la mayor cantidad y los más profundos pensamientos de la raza humana? No es la sabiduría; no es la conducta, dice Helps, no es ni siquiera el impulso de los afectos. Es el dolor y esa es, quizás, la razón por la cual se sufre tanto en este mundo. El ángel que descendió para remover las aguas y hacerlas útiles para curar, no fue, tal vez, portador de un bien tan grande como aquel otro ángel que tan bondadosamente infligió a los pacientes la enfermedad que sufrían”. El sufrimiento muchas veces es el triunfo disfrazado.

Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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