sábado, 18 de abril de 2009

El cristiano envidioso

El apóstol Pablo dijo: “Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda…”. (Filipenses 1:15). La envidia es un mal que oprime a los seres humanos desde que Adán y Eva pecaron. Caín asesinó a su hermano Abel por envidia. La envidia que él sintió hacia Abel no se limitó a desear lo que su hermano decía o hacía delante de Dios, también quería que su hermano desapareciera. Caín cumplía con su obligación delante de Dios, servía a Dios por envidia, pero Abel le ofrecía su corazón a Dios. La envidia de Caín era infantil, déspota, egocéntrica, incapaz de ver a su hermano con amor. Por supuesto que hay un tipo de envidia sana que es cuando al ver los logros de otros deseamos superarnos a nosotros mismos. Esto es admiración, es amor. Pero cuando vemos los logros de otros y queremos que el otro desaparezca es porque no tenemos amor. El amor construye, la envidia mata.

Es sorprende lo que vio el apóstol Pablo en la iglesia de Filipo. Ver a hermanos en la fe que hablaban de Cristo por envidia debe ser una cosa terrible. Cuando muchos hermanos predican del Señor con esta actitud de envidia es porque están usando el nombre del Señor en vano. Lo cierto es que la envida se esconde muchas veces detrás de la apariencia de celo religioso. Por ejemplo, cuando María y Aarón criticaron a Moisés, según ellos lo hacían por celo religioso, pero cuando la ira de Dios se manifestó salió a la luz que lo que en realidad motivaba a estos hermanos fue la envidia y la contienda. Otro ejemplo de envidia es el caso de Saúl cuando quiso asesinar a David, a quien Dios había elegido para que ocupase el puesto de Saúl como rey de Israel. Muchos “cristianos” envidian a sus hermanos en la vida por piensan erráticamente que los otros reciben de Dios lo que les corresponde a ellos.
La envidia es un fruto de la carne, es lo contrario al amor de Dios. Los cristianos tenemos que entender que la envidia es pecado delante de Dios. Dios es amor y si practicamos el amor no tendremos envidia. La envidia es un perjuicio que nos hacemos a nosotros mismos. El cristiano que envidia realmente podemos decir que no conoce a Dios. En su ensayo Emociones tóxicas, el Dr. Bernardo Stamateas dice: “La envidia nace de la sensación, de la creencia de que nunca voy a tener lo que el otro tiene. Cuando sepas que vos podés tener tu casa, tu salud, tu familia y caminar seguro de tus capacidades nunca nadie más te despertará envidia. Es mejor admirar en lugar de envidiar. La palabra envidia viene del latín y quiere decir yo veo. Admirar viene del latín yo miro a. Las dos palabras tienen que ver con la vista, pero la diferencia es que la envidia trae bronca y la admiración, motiva. Aprendé de los que ya lograron lo que vos deseas. Admirá sin temor, reconocé y felicitá a quienes ya llegaron porque, si ellos lo lograron, significa que vos también podés hacerlo. Buscá los consejos de la gente sabia y la sabiduría se te acercará”. ¡Admiremos!

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar