Todo creyente necesita de un mentor. Necesita de un pastor que vea su potencia y ayude que pueda cumplir su sueño. El pastor tiene la responsabilidad delante de Dios de forjar obreros aprobados que no tengan de que avergonzarse, creyentes conforme al corazón de Dios. ¿Quién tiene la responsabilidad de advertir el potencial de la juventud y formar nuevos líderes preparados para liderar las generaciones venideras? ¿Quién debe ayudar a que los creyentes sean conscientes de sus capacidades y talentos y los desarrollen plenamente? El pastor debe ser mentor, porque si un pastor no es mentor es porque no tiene las condiciones necesarias para el ministerio.
En nuestro mundo de egoísmo e individualidad, las iglesias necesitan del liderazgo de pastores que sean mentores, que guíen a sus iglesias hacia el crecimiento individual y grupal. Donde hay pastores-mentores habitan creyentes en armonía, cooperadores, dignos, gente que no solamente se preocupan y ocupan de sus propios asuntos sino que también se preocupan de los asuntos, en su justa medida, de los demás creyentes. Donde hay pastores que ven el potencial de la gente y no subestiman a nadie, antes al contrario, alientan y perciben las capacidades de los liderados, vemos creyentes estables, firmes, bien formados humana, espiritual e intelectualmente. “Yo creo que puedes tener todo lo que quieras en la vida si solo ayudas lo suficiente a otras personas a conseguir lo que ellos quieren”, escribió Zig Ziglar.
Julio césar cháves