martes, 29 de enero de 2008

Un espíritu de poder


El miedo esclaviza, obstaculiza nuestro crecimiento, maximiza la tragedia. El miedo es intenso, desagradable, percibe peligros, verdaderos e imaginarios, presentes o futuros. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza. Desde un enfoque biológico el miedo es un esquema adaptativo, constituyente de un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitirnos responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. Este tipo de miedo es normal, racional, beneficioso, pero cuando el miedo nos impide adaptarnos a las circunstancias, entonces quiere decir que somos esclavos de él. Lamentablemente mucha gente esta esclavizada por el miedo. Tienen miedo a las enfermedades, a la muerte, a la locura, al cáncer, a los desastres naturales y muchas otras cosas.
Ahora, los cristianos no tenemos porque dejarnos esclavizar por el miedo. De hecho, el salmista declaró: “Jehová es mi luz y salvación; ¿de quien temeré?”. (Salmo 27:1). No hay porque temer. Durante el transcurso de la historia Dios ha fortalecido a muchos cristianos. Dios puede y quiere librar del miedo a todas aquellas personas que confían en él. Pueden venir enfermedades, tragedias, desastres naturales, pero los que confía en Jehová son sólidos, inconmovibles como la roca. El apóstol Pablo le escribió a Timoteo: “Dios no nos ha dado un espíritu de miedo, sino un espíritu de poder, de amor y de dominio propio”. (2 Timoteo 1:7).
A los seres humanos siempre los han aquejado los miedos, las preocupaciones, la ansiedad. De tanto pensar en el futuro muchos se han olvidado de su presente. De tanto albergar malos presagios muchos han creado un futuro lleno de fracaso y tragedia. A los que son víctimas de este tipo de miedos, Jesús les dice: “No os afanéis por el día de mañana…buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. (Mateo 6:33,34). Cuando confiamos en nuestro Dios nuestra fe es sólida. Por lo tanto, somos valientes, asumimos nuestra libertad, convocamos la victoria y permanecemos de pie, aunque la adversidad quiere doblegarnos. Con humildad confesamos que Dios es nuestra fortaleza. En nuestras debilidades Dios manifiesta su grandeza y se glorifica en nuestras vidas. Somos más que vencedores.
El salmo 34:4 dice: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores”. Cuando vivamos una situación de miedo, en seguida debemos declararle a Dios nuestra necesidad. La oración nos conduce a Dios y nos aleja del miedo. La oración fortalece nuestra fe, clarifica nuestros pensamientos, nos da paz en miedo de la tempestad. En Cristo somos valientes, tenemos dominio propio, sacamos fuerza de debilidad, caminamos sobre el fuego de la prueba y no nos quemamos. La palabra del Señor dice que “sobre el león y el áspid pisaremos; hollaremos al cachorro del león y al dragón”. Hay un león rugiente que quiere destruirnos pero el león de la tribu de judá esta de nuestro lado. En cristo somos valientes.

Julio césar cháves escritor78@yahoo.com

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