lunes, 21 de enero de 2008

Libres de la duda


La duda es un estado de incertidumbre, un límite de la confianza. La duda infiere en nuestra capacidad de decidir y en nuestro accionar. Afecta negativamente nuestras creencias y eclipsa la fe. La duda nos hace suspender la acción, nos confina a la pasividad, a los malos presagios, los malos augurios.
Hay gente que vive torturada por las dudas. Jamás tienen confianza en el presente ni en el futuro. Enfocan en lo malo. Esperan lo peor. Creo que en algún momento de la vida podemos tener dudas sobre alguna cosa específica, pero cuando esas dudas están presentes todo el tiempo, cada vez que tomamos una decisión y cada vez que hacemos algo, entonces quiere decir que somos esclavos de la duda.

Aunque la peor decisión es la indecisión, la duda es inherente al ser humano. Es por esta razón que decidí escribir un artículo al respecto. Considero que la duda en vez de alejarnos del triunfo y de alejarnos de Dios, debe acercarnos. La duda beneficia porque es ahí, en esa situación de incertidumbre, cuando podemos depositar nuestra confianza en Dios. .
El teólogo Paul Tillich, en su Teología Sistemática, nos dice que la duda es inevitable. Estas son sus palabras: "La duda es inevitable mientras haya una separación del sujeto y el objeto y aún el sentimiento más íntimo e inmediato de unión con lo divino, no puede eliminar la distancia infinita entre el ser finito y el infinito que le agarra".
En una ocasión un hombre le dijo a Cristo: “Ayuda mi incredulidad”. Es porque necesitamos la ayuda de Dios para solidificar nuestra fe. De la misma manera que la duda se apoya en los pensamientos, la fe también se apoya en los pensamientos. Por lo tanto, para alejar de nuestra mente la duda, debemos cultivar pensamientos que graviten torno a la existencia de Dios. La Biblia dice que la fe viene por el oír la palabra de Dios. Fe no es ver para creer, fe es creer para ver. Cree y después vas a ver…

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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