sábado, 26 de enero de 2008

Las artimañas del adulador


Existe un tipo de persona que siempre les da la razón a los demás. Siempre dice algo que otros necesitan escuchar. Incluso cuando escucha parece llenarse de placer y es como si portara una súper poderosa empatía. Siempre busca alimentar el ego de sus semejantes. Da palmadas en la espalda. Guiña el ojo. Sonríe, sonríe y sonríe. Estoy hablando del adulador y es imposible hacerle abandonar su estudiada posición interpersonal. Hace poco leí un artículo donde el Dr. Mariano Grondona reflexionaba sobre el término adular. Él escribió: “El verbo "adular" proviene del latín adulari, una expresión próxima a "acariciar" y a "adulterar". Este último verbo proviene de la raíz al, ´más allá de, de la cual resulta el latín alter, ´otro. Siguiendo esta pista etimológica, podría decirse que la adulación tiene el efecto de "alterar", de llevar más allá de sí mismo al que a ella se expone, a quien el adulador adultera primero su propia imagen para manejarlo después a voluntad. Fascinado por el adulador, el adulado "se la cree", y cae a partir de ahí bajo el influjo de quien lo manipula como un medio para sus propios fines. Las "caricias" del adulador corrompen a su víctima, alteran su naturaleza”.
El adulador se mueve con falsedad, hipocresía. Se mueve con tal elasticidad que nadie percibe su adulación. No contradice a nadie. Ni juzga a nadie. Si se encuentra con el más pecador de los pecadores, siempre le dice que es un santo. Cuando alguien esta hablando, aunque no le guste lo que el otro esta diciendo, hace callar a los demás y dice: Escuchemos lo que fulano tiene que decir que es muy interesante. Como dice Grondona, el objetivo del adular es que el adulado se la crea. Entonces, consigue lo que quiere: Manipular. Meter las manos en las cosas del otro. Lavarle la cabeza. He estado en presencia de aduladores y he oído halagos dirigidos hacia gente que estos individuos desprecian. En una palabra, el adulador no dice nada y no hace nada librado al azar, antes al contrario, su comportamiento es calculado, matemático; y todas sus palabras y acciones están inspiradas en su íntimo designio de predisponer a otros a su favor. En realidad, el adulado caerá en las manos del adulador.
El adulador engaña a su víctima con halagos hiperbólicos y explota a su favor el narcisismo del adulado. El propósito del adulador es apagar la razón y exaltar las pasiones. El lenguaje artificial, el hecho de que siempre nos den la razón como a los locos, significa que posiblemente estamos ante la presencia del adular. El adular hoy te va a comprar con sus halagos, pero mañana te va a pagar con traición, va a apuñalarte por la espalda. Y después sentirás el dolor de ser traicionado por tu propio narcisismo. Cuanto más éxito tenga el adular y mayor cantidad de gente convenza, es mucho más probable que termine creyendo en sus propias mentiras, en resumidas palabras, es indudable que el adular termine autoengañandose con su propia adulación. En un artículo titulado De los aduladores, Alfonso Fernández Tresguerres, escribió: “Quien gusta de la adulación es un necio, pero quien se sirve de ella es peor: es el esclavo de un necio. Yo tengo siempre muy presente el consejo de Cicerón: «Ten a mano la amabilidad y aleja de ti la adulación, criada del vicio, ya que es indigna no sólo de un amigo, sino de cualquier hombre libre, pues de una manera vivimos con un tirano, de otra con un amigo.» Y si me viera forzado a elegir, antes preferiría tener enemigos que aduladores, porque la enemistad no es incompatible con cierta nobleza, pero en la adulación (y en la enemistad nacida frecuentemente de ella) sólo ruindad se encuentra”. (
http://www.nodulo.org/ec/2003/n016p03.htm).
Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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