domingo, 13 de enero de 2008

La señal de la sabiduría



“En la universidad más conocida del mundo, sucedió esto. En Oxford, Inglaterra, un joven académico terminaba su carrera. Orgulloso y feliz, diploma en mano, abraza a su profesor y le dice: -¡Gracias, Maestro! Me siento definitivamente formado para la vida; mi educación está bien terminada. –Por mi parte- dijo el maestro con humildad-, recién comienzo la mía…”
La humildad es la señal de la sabiduría, la marca del sabio. El sabio, aunque posea erudición, su amplia cultura, sabe que lo que ignora es muchísimo. En contraste, se encuentra el ignorante, que por causa de haber leído unos pocos libros superficialmente, se siente Doctor en todos los temas. La humildad es calma, prudente, silenciosa. El orgullo es ruidoso, frío, ciego en su propia fragilidad. Hay individuos que no saben nada y se creen sabios. En cambio, los espíritus profundos guardan silencio, porque saben cuanto les queda por recorrer.
Según el Dr. Billy Graham, la humildad es lo siguiente: “Jesús tenía un corazón humilde. Si él mora en nosotros, el orgullo jamás dominará en nuestras vidas. Jesús poseía un corazón de amor. Si él mora en nosotros, jamás seremos dominados por la amargura y el odio. Jesús tenía un corazón comprensivo y perdonador. Si mora en nosotros, la misericordia fluirá en nuestras relaciones con nuestros prójimos. Jesús poseía un corazón sin egoísmo. Si mora en nosotros, no predominará el egoísmo, y nos ocuparemos de servir a Dios y al prójimo. Quizás pienses que es mucho pedir. Lo reconozco. Sería imposible si tuvieras que confiar en tus propias fuerzas y tu corazón natural. Pablo reconoció que nunca lograría por sus propios esfuerzos poseer la pureza de corazón. Nadie puede llegarse al salvador sin despojarse de su orgullo”.
El orgullo impide que muchos se acerquen a Dios. La señal de la sabiduría es la humildad de saber que necesitamos de Dios y de su Hijo. Eso es humildad. Cuando el orgullo controla a un ser humano es muy peligroso. El orgullo controló a Nimrod y fue el motor impulsor para que en la llanura de Sinar, todos los habitantes de esa tierra, hace casi 4000 años, desafiaran la autoridad de Dios y lo expulsaron de sus asuntos humanos. Debido a esto, Dios los confundió allí. Lo mismo pasó con Hitler. El orgullo lo controló. Al postularse en 1932, Adolfo Hitler le dijo al pueblo de Alemania: “Si me eligen como el führer de esta nación, introduciré un Nuevo Orden Mundial que durará mil años”. Hitler fue un asesino. El destacado historiador Francis Millar opina que más de 20.000.000 de personas murieron debido al ‘Nuevo Orden’ de Hitler, incluyendo seis millones de judíos inocentes: Hombres, mujeres y niños. Lo mismo pasó con Stalin en la Unión Soviética. El orgullo lo controló. Stalin fue un criminal que asesinó a millones de inocentes. Stalin quería conquistar el mundo. El creía que el comunismo y la filosofía humanista darían buenos resultados. Stalin confinó a millones a que trabajasen como esclavos en Liberia, y a otros millones los confinaba a los campamentos de prisioneros en los Gulags, allí la mayoría de estos individuos perdían la vida. Hitler y Stalin asesinaron a millones por orgullo.
Algunas personas han edificado sus vidas en torno al orgullo. Confían únicamente en ellos mismos. Hacen esto porque ignoran que todos los reinos se derrumbaran como un frágil castillo de naipes. El orgullo es destructivo. Es un adulador profesional. El orgullo es amigo de los narcisistas, de los sectaristas, de los manipuladores. El orgullo muchas veces se viste de cordero, pero por dentro es un lobo asesino. El siglo XXI es un tiempo configurado por el orgullo. Es orgullo porque constituye una manifestación de vanagloria. Busquemos a Dios, pues el único que nos puede ayudar. El orgullo sólo es un camino conducente a la infelicidad.

Julio C. Cháves
juliogenial@hotmail.com

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