jueves, 3 de enero de 2008

Justicia: El crecimiento de la armonía social


En la actualidad el peso no vale nada. El obrero no gana nada. El desempleo aumenta. Hay miles y miles de argentinos que no tienen qué comer. En algunas provincias ya se están evidenciando casos de desnutrición. La desnutrición o la mala alimentación –los médicos saben muy bien de que estoy hablando-, provoca enfermedades, desgaste psíquico y emocional, y obviamente muerte. En contraste, hay sectores de la sociedad que viven en el lujo, es decir, el lujo está coexistiendo con el hambre. Hay individuos que viven en el esplendor, en tanto, en las villas, hay niños que no comen ni una vez al día. Mientras que el hambre castiga a los más cadenciados, algunos miembros de la sociedad gastan anualmente miles de pesos en fórmulas para bajar de peso más en cosméticos. Por un lado las personas desperdician su dinero, mientras que el hambre y la injusticia cabalgan a todo galope. Hay personas que tienen mucho y se muestran indiferentes a las necesidades de los que no tienen nada. La desigualdad reina de un modo exagerado.
Uno de los grandes problemas del presente de Argentina, es que el desajuste social es monstruoso. Por razones climáticas muchas cosechas se han perdido y por ende, el rendimiento del campo ha disminuido de una manera considerable. Sin embargo, la falta de alimentos no es lo que está agobiando a la sociedad, sino más bien es la mala distribución, en la mayoría de las provincias, lo que ha provocado sufrimiento en los más necesitados. Por otro lado, la deshonestidad por parte de los dirigentes, junto al creciente individualismo que nos agobia hace que la situación se complique mucho más. En algunas provincias muchos niños se acuestan cada noche sin haber comido. Además, la resistencia de los cuerpos a las enfermedades ha disminuido considerablemente como consecuencia de la alimentación inadecuada. Antaño se suponía que el maquinismo y que el industrialismo terminarían definitivamente con el hambre en el mundo. Pero lo cierto, es que debido a los nuevos métodos de producción, se han determinado malos métodos de distribución de los medios de vida. Muchos obreros has sido desplazados de las fábricas, contribuyendo al incremento de la desocupación y atizando la lucha de clases entre el que tiene (Capitalista) y el que no tiene (el obrero).
Ahora, pues, quiero citar al Dr. José Ingenieros que en su obra ‘Las Fuerzas morales’ nos ofrece las pautas a seguir para organizar el trabajo y de esa manera, construir el crecimiento de la armonía social: “La disciplina es indispensable para hacer eficaz toda obra común; pero debe ser libremente aceptada como resultado de la competencia, antes que impuesta como abuso del privilegio. Es necesario comentar la cultura técnica de los hombres, capacitándolos para funciones que deben desempeñar en la sociedad. La producción, fuente del bienestar común, será más fecunda cuando los productores mismos puedan organizarla, multiplicando su rendimiento en beneficio colectivo. Conviene para ello educar los hábitos de cooperación en los hombres, en los gremios, en las comunas, en los pueblos, en la humanidad. Habrá paz cuando impere la justicia. Los hombres realizarán con amor las funciones requeridas por la división del trabajo; la beneficia desigualdad de las vocaciones y de aptitudes podrá ser aprovechada en beneficio de todos, haciendo converger la heterogeneidad de los esfuerzos en la armonía de los resultados. Nadie será rueda ciega de una gran máquina…Los más inteligentes e ilustrados comprenderán que son mayores sus deberes y sus responsabilidades; los menos dotados por la naturaleza amarán a los que contribuyan más generosamente a la grandeza común”.
Ante los ojos de Dios todos somos iguales. Por tanto, debemos hacer de la reciprocidad, la moneda corriente, pues ‘La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta a las naciones’. (Proverbios 14:34). Sin justicia por parte de los dirigentes, jamás habrá paz en la nación. Mediante una sencilla declaración Jesús reveló una ley que transformará al mundo: “Dad, y se os dará”. (Lc. 6:38).

Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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