En el mundo de hoy predomina la velocidad. En la televisión uno puede ver como los pilotos internacionales de ‘Fórmula 1’, llegan con sus vehículos a velocidades que sobrepasan los 300 Km. por hora en las rectas de los grandes circuitos. Es impresionante la locura de estos pilotos. Pero más impresionante es lo que dicen algunos preocupados psicólogos. Afirman estos profesionales que la mayoría de los campeones del volante alimentan un secreto deseo de suicidio. Es sabido, pues, que son muchos los pilotos que mueren en estos circuitos internacionales. La velocidad es la esencia de la sociedad actual. ‘Hoy día, hay automóviles de carrera que han derribado récords con entusiasmo y han alcanzado astronómicos promedios de más de 965 Km. /hora en la pista de sal de Bonneville (Bonneville Salt Flats). Lo mismo está sucediendo con los trenes bala, ya que en Japón alcanzan velocidades que trascienden los 300 Km. /h. También la velocidad está afectando a los aviones aéreos, ya que el Jet Francés Concorde alcanza la increíble velocidad de 3.200 Km. /h. Por su parte, las naves espaciales, alcanzan la increíble velocidad de 38.000 Km. /h. Al hombre contemporáneo le encanta la vida frenética.
Es notable que nuestro mundo tenga la manía de la velocidad. Todos corren de un lado para otro. La vida es literalmente veloz. Los autos en las calles andan a toda velocidad. Hace poco tiempo se dio la noticia de que en una autopista de alta velocidad en Buenos Aires, iban dos camionetas 4 x 4 a mucha velocidad, una a la par de la otra, y que una encerró con más velocidad a la otra hacia la banquina. El resultado de esto fue la muerte del cantante cordobés Rodrigo. La velocidad cobra vidas humanas. Sin embargo, seguimos a toda velocidad. Velocidad en el trabajo. Velocidad en las relaciones humanas. Hasta podemos decir que en nuestras oraciones a Dios somos veloces. Andan precipitadamente. En las calles, en las fábricas, en las autopistas, y en las relaciones interpersonales reina la velocidad. Hoy todos quieren la vida, rápida, veloz. Comida rápida. Amor rápido. Frases sintéticas. Todo es velocidad. Hoy no hay tiempo para el amor. Creo que es tiempo de detenerse. ¿Para qué tanta velocidad? Julio Cortázar en ‘La autopista del sur’, cuenta, con su particular modo de narrar, cómo una caravana amplia de autos se detienen en un instante debido a un inconveniente surgido en la ruta que les impide avanzar. Obviamente, el tiempo no se detiene. Los autos están en fila, uno detrás de otro. Autos de diferentes modelos y formas, tamaños y colores. Los vehículos están habitados por personas de todo tipo, sueños, profesión. Jaime Barylko sigue contando: “Esos seres que normalmente tienen nombre y apellido, status, envueltos en esferas de calificaciones y definiciones ahí, en esa autopista de tenida y muerta, en la desesperación de no poder avanzar y llegar al objetivo deseado, comienzan a descascararse. No son lo que son o lo que juegan a ser. La gente baja de los autos, camina, se impacienta, y lamentablemente se va acomodando a la nueva dimensión en que se encuentran. Hablan, charlan, cuentan, explican. Se dirá que con el tiempo hasta se olvidan que el fin supremo de sus vidas es correr y alcanzar objetivos. Por un rato se olvidan de que hay que ir a algún lado, conseguir algo, ganar, superar a otros. Es la vida. Es la comunicación. Algunos se simpatizan, y si les estuviera autorizado, se enamorarían. Algunos ahí, como están, son felices. Algunos, muchos. Pero la autopista del sur que se había paralizado se libera de los escollos que la habían mantenido fuera del tiempo. Se da la señal. Vuelven a moverse. Se separan. Se alejan…”. Entonces todo comenzó a ser como antes. La velocidad siguió controlándose. Hasta ahora. ¿Nos detendremos algún día? Yo sinceramente deseo que la autopista de la vida se llene de inconvenientes para que nos detengamos un poco. Ahí el amor surgirá. No lo dudo.
Julio C. Cháves escritor78@yahoo.com.ar
Es notable que nuestro mundo tenga la manía de la velocidad. Todos corren de un lado para otro. La vida es literalmente veloz. Los autos en las calles andan a toda velocidad. Hace poco tiempo se dio la noticia de que en una autopista de alta velocidad en Buenos Aires, iban dos camionetas 4 x 4 a mucha velocidad, una a la par de la otra, y que una encerró con más velocidad a la otra hacia la banquina. El resultado de esto fue la muerte del cantante cordobés Rodrigo. La velocidad cobra vidas humanas. Sin embargo, seguimos a toda velocidad. Velocidad en el trabajo. Velocidad en las relaciones humanas. Hasta podemos decir que en nuestras oraciones a Dios somos veloces. Andan precipitadamente. En las calles, en las fábricas, en las autopistas, y en las relaciones interpersonales reina la velocidad. Hoy todos quieren la vida, rápida, veloz. Comida rápida. Amor rápido. Frases sintéticas. Todo es velocidad. Hoy no hay tiempo para el amor. Creo que es tiempo de detenerse. ¿Para qué tanta velocidad? Julio Cortázar en ‘La autopista del sur’, cuenta, con su particular modo de narrar, cómo una caravana amplia de autos se detienen en un instante debido a un inconveniente surgido en la ruta que les impide avanzar. Obviamente, el tiempo no se detiene. Los autos están en fila, uno detrás de otro. Autos de diferentes modelos y formas, tamaños y colores. Los vehículos están habitados por personas de todo tipo, sueños, profesión. Jaime Barylko sigue contando: “Esos seres que normalmente tienen nombre y apellido, status, envueltos en esferas de calificaciones y definiciones ahí, en esa autopista de tenida y muerta, en la desesperación de no poder avanzar y llegar al objetivo deseado, comienzan a descascararse. No son lo que son o lo que juegan a ser. La gente baja de los autos, camina, se impacienta, y lamentablemente se va acomodando a la nueva dimensión en que se encuentran. Hablan, charlan, cuentan, explican. Se dirá que con el tiempo hasta se olvidan que el fin supremo de sus vidas es correr y alcanzar objetivos. Por un rato se olvidan de que hay que ir a algún lado, conseguir algo, ganar, superar a otros. Es la vida. Es la comunicación. Algunos se simpatizan, y si les estuviera autorizado, se enamorarían. Algunos ahí, como están, son felices. Algunos, muchos. Pero la autopista del sur que se había paralizado se libera de los escollos que la habían mantenido fuera del tiempo. Se da la señal. Vuelven a moverse. Se separan. Se alejan…”. Entonces todo comenzó a ser como antes. La velocidad siguió controlándose. Hasta ahora. ¿Nos detendremos algún día? Yo sinceramente deseo que la autopista de la vida se llene de inconvenientes para que nos detengamos un poco. Ahí el amor surgirá. No lo dudo.
Julio C. Cháves escritor78@yahoo.com.ar
1 comentario:
Julio:
Se están necesitando algo más que obstáculos en la vida para deternos un momento.
El modelo del hombre ciudad propuesto es un tipo que o sufre eternamente o es imbatible y nada lo detiene.
gerardo.donoso@gmail.com
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