sábado, 8 de septiembre de 2007

Comunicación facial y comunicación ocular



Cada vez que me comunico con una persona lo hago cara a cara. Lo primero que establezco con los demás es comunicación facial. La cara lo dice todo. En la cara reside lo que uno es. La personalidad de cada uno está presente en la cara. La cara refleja lo que nos pasa por dentro. La cara es apariencia, y la apariencia es engañosa, pero a veces dice muchas cosas que son ciertas. Vivimos en un mar de caras. Caras tristes. Caras alegres. Caras en fin. La cara, no hay duda, es nuestro indispensable gerente de relaciones públicas. El pensamiento la afecta. La afectividad la afecta. La cara es muy sensible. Cuando una persona no se encuentra bien por dentro, lo primero que se ve es una cara decaída. Muchas expresiones de uso cotidiano afirman que la cara es importante; por ejemplo: ‘Dar la cara’, ‘No me gustó su cara’, ‘Mirá la cara que puso’, ‘Yo no me olvido de ninguna cara’. La cara es reflejo y espejo del alma.
En segundo lugar establezco comunicación ocular. Ahora es cuando empiezan a interactuar las miradas, los ojos de diversos colores. ¿Dicen los ojos tantos mensajes como le atribuimos? Sin duda, sí. Los ojos son las lámparas del cuerpo. Por el ojo entran tanto el bien como el mal. Mateo 6:22-23 dice: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿Cuántas no serán las mismas tinieblas?”. Para Dios lo que dicen nuestros ojos es muy importante. Los ojos poseen su propio lenguaje. La cara tiene el suyo. La lengua tiene el suyo. Y los ojos tienen un lenguaje tan importante como la lengua y la cara. El prejuicio comienza por el ojo. A este respecto Jesús expresó: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no hechas de ver la viga que está en tu propio ojo?”. (Mateo 7:3). Los ojos son como semáforos que hablan de ternura, de amor, afabilidad, pasión, asombro, melancolía, y también de engaño y prejuicio. En esencia toda la gama afectiva emerge de ellos. Los ojos expresan lo que pensamos, lo que sentimos, lo que estamos viviendo. Sin ojos se vive, pero mal. Un ciego no puede guiar a otro ciego. ¿Dicen tanto los ojos? Claro que dicen mucho. Un hombre llamado Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios. (Hechos 7:55). Esteban murió apedreado. Fue el primer mártir. Y sus ojos estaban llenos de luz divina. Y esa luz convergió en el perdón de sus asesinos. Con los ojos podemos ver la gloria de Dios o la destrucción. Todo depende de lo que contengan nuestros ojos. ¿Los ojos son reflejos y espejos del alma? Obviamente sí.
Hay que ver para creer dicen los que saben. Sin embargo, romanos 11:8 dice: “Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean…”. En conclusión, los ojos son tanto benignos como despiadados. Todo depende cómo miremos la vida y a los demás. En esto depende como afrontaremos las circunstancias a lo largo de los años. George Bernard Shaw reflexionó: “El peor pecado contra el prójimo no consiste en odiarle, sino en mirarle con indiferencia… esta es la esencia de lo inhumano”. Cuando el ojo funciona de la mano con la maldad es peligroso. Cuando el ojo ordena lo que es más importante la vida está funcionando mal. Lo mejor que podemos hacer es mirar a Dios. El salmista dijo: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”. (Salmo 121:1-2). En conclusión, ¡Cuánto dicen los ojos!

Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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