sábado, 8 de septiembre de 2007

La vida es como una cebolla



La cebolla no tiene centro. Lo profundo en la cebolla no existe. La cebolla está compuesta por capas. Seguramente tú has pelado alguna. Y rotundamente te has dado cuenta que lo único que hay en una cebolla son capas. Uno va pelando, parcialmente, capa por capa, y jamás llega al centro. Porque no hay centro. No hay pulpa. Sólo hay capas. Un filósofo dijo: “La cebolla, si se me permite, es todas sus capas”.
Lo mismo es la vida. La vida es como una cebolla y como dice la gente en la calle, hay que pelarla llorando. Otra no queda. La vida está compuesta por capas. Hay que sacar una a una las capas. Es así. La vida no es algo estático, sino dinámico. Siempre nos encontramos en movimiento. El que se detiene es porque está muerto, porque está empapado de cloroformo y dentro de un ataúd hermético. Todo para que no salga el mal olor. La vida es una realidad abierta, cambiante, amplia, que se va formando, puliendo, configurando de a poco. La vida, si se me permite copiar al filósofo que cité, es todas sus capas. Primero se encuentra la infancia, luego la niñez, luego la inestable pubertad donde volvemos locos a nuestros padres, y luego somos adultos. Algunos maduros, otros no, pero en fin, adultos. Después llega la tercera edad o en términos más sencillos, la vejez. Y el último encuentro es con la muerte. Allí termina todo. Jesús sabía de lo que estoy hablando. Él sabía que la vida es como una cebolla. Debido a esto él dijo: “Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. (Apocalipsis 2:10). Jesús les dio este mensaje a todas las iglesias de Asia. Lo hizo porque él sabía que en la vida hay etapas o capas. Él sabía que hay una vejez y que también hay una muerte física. Por su parte el apóstol Pablo escribió: “Cuando yo era niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. (1º Corintios 13:11). La vida es vivencia, es un acto dinámico. El tiempo pasa. Los años pasan. Y todo lo que somos se va configurando. Nos definimos en nuestras decisiones. Nuestra identidad se revela en las opciones que tomo. Nuestras decisiones van configurando, golpe a golpe, el perfil de nuestras almas, y lo revelan en lo que somos. Del pasado nadie se puede librar. Tarde o temprano, las consecuencias de nuestras elecciones nos alcanzan. Eso es inevitable. Es por esto, que para conocernos debemos examinar nuestras elecciones. Debemos vivir las capas de nuestra cebolla existencial con coraje para no dar pasos errados. Es verdad que es inevitable la cuestión de las decepciones, el desánimo, el sufrimiento. Por eso debemos cuestionar nuestras elecciones. ¿De qué manera? Preguntándonos lo siguiente: ¿Haría Jesús esto en mi lugar?
La vida es como una cebolla. Nadie nace. Todos nos vamos haciendo. Elegimos ser. Elegimos vivir. Nada es azar. Todo depende de nuestras elecciones de vida. El Dr. Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría de la Universidad de Madrid, reflexionó: “La vida, esa gran maestra, nos va enseñando nuevas cosas al ritmo de los acontecimientos que nos suceden, abriendo en el subsuelo de nuestra intimidad un pozo de sabiduría en el que se esconden y almacenan las vivencias. Esta sabiduría recibe el nombre de EXPERIENCIA DE LA VIDA y consiste en darnos cuenta de que hemos vivido, que hemos sacado provecho, sufrido y tomado nota de las habilidades y estrategias que necesitamos para sortear las dificultades y los errores propios del aprendizaje progresivo. Las travesías presentes de la existencia se articulan internamente con las pasadas y las futuras, dando lugar a una continuidad histórica que muestra coherencia y lucidez, sentido y claridad”. ¡La vida es capas! ¡Bendito aquel que sabe diferenciarlas!

Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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