martes, 28 de agosto de 2007

Sobre el amor teocéntrico


El apóstol San Pablo en 1º de Corintios 13:4-8 describe magistralmente al amor: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…”. Amor es desear el bien de los demás. El amor es más poderoso que la muerte. El amor puro se manifiesta en el deseo del bienestar de los demás. El amor verdadero es teocéntrico. Dios está en el centro del corazón de la persona que alberga el amor auténtico. El amor verdadero primero se centra en Dios, luego en el prójimo, el próximo. El amor verdadero transforma a los hombres en hermanos y les ordena: ‘Amaos los unos a los otros’. Cristo es un ejemplo perfecto del amor verdadero, pues dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. (Juan 15:13). Cristo murió en la cruz por todos sus amigos. Estos amigos son los que hacen lo que Él manda. (Juan 15:14). Jesús era un hombre-Dios totalmente controlado por el amor geocéntrico. San Agustín dijo: “No se entra en la verdad sino por la caridad”. Jesús era y es, la verdad y la caridad encarnada. El amor de Jesús era y es un amor ordenado. El amor teocrático y teocéntrico mueve la voluntad de los hombres hacia la verdad de la Biblia y ayuda a descubrir la grandeza de Dios y de los valores humanos. El amor es un acto de la voluntad, es decir, nosotros elegimos si queremos ser controlados por el amor teocéntrico. El amor que Jesús albergaba lo conducía a la humildad, mantenía en orden su corazón y su razón. Las virtudes de Jesús son auténticas porque están impregnadas de amor. El amor siempre está orientado en aras del bien de los demás. El amor teocéntrico no es complicado, es sencillo.
El Dr. Billy Graham, en el libro ‘Día tras día con Billy Graham’, una compilación realizada por la actriz británica Joan Winmill Brown, reflexiona de la manera que sigue respecto al amor teocéntrico: “Si quieres conocer la medida de tu amor a Dios, observa cómo es tu amor a tus prójimos. Nuestra compasión por los demás, es una medida exacta de nuestra devoción a Dios. Hace algunos años, en compañía de unos amigos, visité un museo en San Francisco. Entre otras cosas, vimos una colección de instrumentos de tortura que en el pasado fueron empleados por gente religiosa, para obligar a los demás a creer como ellos. La historia es, en gran parte, la narración de la inhumanidad del hombre para con el hombre”. Y la Biblia en Juan 4:7,21 dice lo que sigue referente al amor teocéntrico: “…amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios….El que ama a Dios, ame también a su hermano. Esto es un mandamiento que tenemos de Dios”.
El amor teocéntrico es la pieza decisiva de la vida. De hecho, no se enciende la vida sin este amor de Dios. Únicamente de la mano del amor teocéntrico podemos realizarnos en lo social, hacia fuera, en lo interior, hacia adentro, y en lo espiritual, hacia el cielo. El amor de Dios, teocéntrico, es capaz de ordenar y organizar nuestras vidas, de modo tal, que experimentemos una orientación clara y segura, respecto a nuestro presente y nuestro futuro. Amar y no expresarlo es lo mismo que no amar. Por tanto, si decimos estar controlados por el amor teocéntrico debemos manifestarlo en nuestro comportamiento diario. Es ahí donde revelamos lo que realmente somos. Es ahí, cuando mostramos compasión, cuando somos mejores. Leopardi dijo: “No hay cosa tan contraria al sentimiento de compasión como ver a un desventurado a quien no han aprovechado ni enseñado las lecciones de la desgracia, maestra de la vida”.

Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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