domingo, 5 de agosto de 2007

Entre opinólogos


Todos interactuamos con otros seres humanos. Todos hacemos reír y llorar. A veces hacemos sentir alegría y en ocasiones, también desesperación. Influenciamos y nos influencian. Somos relación, y nuestras relaciones influyen, en todos, sobre nuestra salud mental, nuestro rol en la sociedad, en la familia y en cada grupo del que formamos parte. Lo que sentimos, hacemos o decimos, produce un efecto en nosotros y en los demás. Lo cierto es que entablar relaciones implica atenerse a las consecuencias que producen las influencias. Somos relación, y muchas veces nos cuesta relacionarnos porque nos olvidamos que somos diferentes. Nos olvidamos que todos poseemos limitaciones, puntos débiles y defectos. Nos olvidamos que cada vez que miramos una película la criticamos de forma diferente. Nos olvidamos cuando admiramos un cuadro desde distintos puntos de vista. Nos olvidamos que nuestros corazones son dispares y que nuestras opiniones no coinciden en todo. Somos complicados, paradójicos, camaleónicos…; somos humanos y por eso, hay momentos que estamos incomunicados. Hadley Read escribió: “Hemos desarrollado sistemas de comunicación que permiten que el hombre de la tierra se pueda comunicar con el hombre que se encuentra en la luna. Pero frecuentemente, la madre no puede comunicarse con su hija, ni el padre con su hijo, ni el negro con el blanco, ni los obreros con el patronal, ni la democracia con el comunismo”.
Hoy en día se habla mucho. Vivimos entre opinólogos. Las palabras sobran. Pero lamentablemente falta comunicación. Estamos distanciados. No cabe la menor duda de que hablamos y hablamos, pero de gusto lo hacemos, porque con palabras no se está logrando nada. Lo que más hay en estos tiempos son las conversaciones frívolas. Pero la gran mayoría, quién no habla de fútbol o de automovilismo es un aburrido. Todos fingen comunicarse. La realidad es que las conversaciones con compasión, sacrificio y compromiso se están extinguiendo. La voz del amor se escucha débil y tímida. De ahí el origen de tanto vacío. Lo evidente es que las penas y los sufrimientos de ésta época se deben exclusivamente al amor no expresado que muchos individuos sienten. Es por esto que las heridas no cicatrizan y las almas permanecen angustiadas. El Dr. Leo Buscaglia respecto a la falta de comunicación expresó: “Una de las principales quejas de la juventud actual es que a pesar de que se les da tanto en términos de objetos, dinero y bienestar físico, se sienten privados de una comunicación más estrecha. Extrañan el tipo de conversación que los ayuda a escuchar sus propias voces, descubrir sus propios recursos, cometer sus propios errores y buscar sus propias soluciones dentro de un medio que los apoya. Con frecuencia, sienten que la verdadera comunicación entre ellos y los que aman, si se les ofrece, tiene un valor limitado”.
Pues bien, hemos dicho que hoy en día las palabras sobran, que abundan las conversaciones superficiales y que la voz del amor se oye débil y tímida. Ahora, ¿podemos hacer algo para mejorar la comunicación? Sin duda que sí. Es notable que necesitemos empezar a expresar amor con claridad y frecuencia, porque es la única manera de que las relaciones mejoren. Es imprescindible que compartamos con nuestros semejantes diálogos positivos, cimentados en la empatía, y el altruismo, si anhelamos que las relaciones interpersonales sean más amenas y constructivas. Es menester que busquemos el amor juntos, pero individualmente, para expresar nuestros sueños a los demás sin temor de ser susceptibles por miedo a ser lastimados. Debemos tener presente la individualidad para cada persona y nuestra necesidad de amar y ser amados. Permitamos que el amor nos guíe con voz fuerte y segura. Arturo Graf dijo: “El medio más seguro de hacernos más agradable la vida es hacerle la vida feliz a los demás”. Y Schopenhauer también dijo: “Una vida ejemplar es el mejor obsequio a nuestros semejantes”.

Julio C. Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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