viernes, 24 de agosto de 2007

El fin de todo discurso


El autor del libro del Eclesiastés hizo una declaración que sintetiza todo el deber del hombre: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. (Eclesiastés 12: 13,14). Luego de haber abordado cuestiones de carácter espiritual que revisten mucha importancia, el predicador concluye su discurso con estos dos versículos antes citados. Estos breves versículos contienen un poderoso mensaje para todo ser humano sobre la faz de la tierra. En primer lugar se nos aconseja guardar los mandamientos de Dios. Es decir, el autor enfatiza en que debemos poner por obra la palabra de Dios ya que al conocer las sagradas escrituras nos capacitamos para hacer la voluntad de Dios, confrontando la realidad con fe y sabiduría. El que teme a Dios es sabio. La palabra de Dios permite que los seres humanos encuentren armonía y bienestar, es la Biblia la carta magna que debe gobernar nuestras vidas, fortaleciendo nuestra relación con Dios y contribuyendo a que mantengamos relaciones interpersonales favorables. En su palabra Dios nos ha provisto las leyes necesarias para que logremos alcanzar la felicidad. Dios lo creo todo perfecto y sus leyes rigen todo lo creado. Por lo tanto, el cumplimiento de sus leyes conduce a la paz, la armonía y la dicha, pero la desobediencia a sus leyes conduce al caos, la falta de paz y la confusión mental y espiritual. El predicador dijo: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones”. (Eclesiastés 7:29).
En efecto, todo lo creado se encuentra en absoluta perfección y armonía. Las estrellas, las galaxias, los soles, todo el cosmos funciona porque Dios así lo quiere. Ahora, los seres humanos hemos cosechado sufrimiento, muerte y destrucción porque hemos desobedecido a Dios, hemos quebrantado sus leyes. Los seres humanos se debaten en la miseria, la muerte, la destrucción, la injusticia y el dolor porque han desacatado la palabra de Dios. Mientras que las leyes humanas están sometidas a errores, las leyes espirituales son infalibles, inmutables, vigentes, pertinentes. Por esto dijo el autor del Eclesiastés que el temor a Dios es el todo el hombre. En fin, temamos a Dios y guardemos sus mandamientos ya que esto es nuestro todo.
Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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