Cuando los seres humanos hemos entendido que la paga del pecado es la muerte, entonces nos preguntamos: ¿Hay alguna forma de hallar la vida espiritual? ¿Quién interviene a nuestro favor para que podamos acercarnos a Dios? Gracias a Dios existe una forma de volver a tener vida espiritual, hay una forma de volver a tener comunión con Dios, que es para lo que fuimos creados, y esta forma de acercarnos nuevamente a Dios es través de Jesucristo. Romanos 3:24 dice: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Cristo murió en la cruz para darnos vida. Aunque romanos 3: 10 que no hay justo ni aún uno, los que hemos aceptado a Cristo hemos sido hechos justos a través de su sangre. La epístola a los Gálatas 3:24 dice: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe”.
El Espíritu Santo nos convención de pecado, mostrándonos nuestra deficiencia espiritual, revelándonos nuestra incapacidad de llegar a Dios a través de nuestros propios medios. Posteriormente, frente al hecho de que no podemos llegar a Dios a través de nuestras obras y que resulta imposible justificarnos por nosotros mismos, ante la absoluta inutilidad de nuestros esfuerzos humanos para alcanzar la salvación, hemos resuelto ir a aquel, que es Cristo, que vertió su preciosa sangre para limpiarnos de todos nuestros pecados y que nos ofreció su comunión permanente desde ahora para siempre. El profeta Jeremías explica nuestra impotencia e insuficiencia para llegar a Dios por nuestros medios humanos: “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor”. (Jeremías 2:22).
Ahora, en cuento nos damos cuenta de nuestra impotencia e insuficiencia de poder llegar a Dios por nuestros propios medios, resuena en nuestros corazones la inmutable verdad de que la sangre del Hijo de Dios, Jesucristo, nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7).César Vidal en un articulo titulado Evangelio y salvación por la fe, escribió: “Si el hombre no puede salvarse por sus propias obras, por sus propios méritos, por sus propias acciones; si la ley de Dios, lejos de salvarlo, sólo le muestra que es incluso más culpable de lo que cree, ¿cómo puede salvarse de la justa condenación de Dios? La respuesta de Pablo hunde sus raíces en los textos del Antiguo Testamento que hacen referencia a la muerte de un ser inocente en pago por los pecados de los culpables, en las profecías sobre un Mesías que morirá en expiación por las culpas del género humano (Isaías 53) y en la propia predicación de Jesús que se ha presentado como ese Mesías-siervo que entregará su vida en rescate por muchos (Marcos 10, 45). (http://www.protestantedigital.com). Cuando nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados delante de Dios, a través de Cristo, nuestros pecados son borrados para siempre y Dios nos ve a través de la sangre derramada de su Hijo en la cruz. Primera Epístola de Juan 1:7-9 dice: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
El Espíritu Santo nos convención de pecado, mostrándonos nuestra deficiencia espiritual, revelándonos nuestra incapacidad de llegar a Dios a través de nuestros propios medios. Posteriormente, frente al hecho de que no podemos llegar a Dios a través de nuestras obras y que resulta imposible justificarnos por nosotros mismos, ante la absoluta inutilidad de nuestros esfuerzos humanos para alcanzar la salvación, hemos resuelto ir a aquel, que es Cristo, que vertió su preciosa sangre para limpiarnos de todos nuestros pecados y que nos ofreció su comunión permanente desde ahora para siempre. El profeta Jeremías explica nuestra impotencia e insuficiencia para llegar a Dios por nuestros medios humanos: “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor”. (Jeremías 2:22).
Ahora, en cuento nos damos cuenta de nuestra impotencia e insuficiencia de poder llegar a Dios por nuestros propios medios, resuena en nuestros corazones la inmutable verdad de que la sangre del Hijo de Dios, Jesucristo, nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7).César Vidal en un articulo titulado Evangelio y salvación por la fe, escribió: “Si el hombre no puede salvarse por sus propias obras, por sus propios méritos, por sus propias acciones; si la ley de Dios, lejos de salvarlo, sólo le muestra que es incluso más culpable de lo que cree, ¿cómo puede salvarse de la justa condenación de Dios? La respuesta de Pablo hunde sus raíces en los textos del Antiguo Testamento que hacen referencia a la muerte de un ser inocente en pago por los pecados de los culpables, en las profecías sobre un Mesías que morirá en expiación por las culpas del género humano (Isaías 53) y en la propia predicación de Jesús que se ha presentado como ese Mesías-siervo que entregará su vida en rescate por muchos (Marcos 10, 45). (http://www.protestantedigital.com). Cuando nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados delante de Dios, a través de Cristo, nuestros pecados son borrados para siempre y Dios nos ve a través de la sangre derramada de su Hijo en la cruz. Primera Epístola de Juan 1:7-9 dice: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
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